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Las criptomonedas operan a través de una tecnología descentralizada llamada blockchain, que sirve como un libro de contabilidad distribuido que registra todas las transacciones en una red de computadoras. Cuando alguien inicia una transacción de criptomonedas, se transmite a la red, donde espera su validación.

Los mineros, nodos especiales de la red, compiten para validar y agrupar transacciones en bloques utilizando complejos algoritmos criptográficos. Una vez que un minero resuelve con éxito el rompecabezas algorítmico, agrega el bloque a la cadena de bloques. Este proceso, conocido como minería, requiere una importante potencia computacional y garantiza la seguridad e integridad de la red.

Cada bloque contiene un hash criptográfico único, que lo vincula con el bloque anterior, creando una cadena cronológica de transacciones. Esta naturaleza inmutable y transparente de la cadena de bloques evita la manipulación y garantiza la confianza en el sistema.

Los participantes de la red poseen claves criptográficas, que consisten en una clave pública (dirección) y una clave privada (contraseña), que utilizan para enviar y recibir criptomonedas de forma segura. Las transacciones se verifican y registran en la cadena de bloques, lo que proporciona un libro de contabilidad transparente y descentralizado al que puede acceder cualquier persona.

Las criptomonedas obtienen su valor de factores como la escasez, la utilidad y la demanda del mercado. Su naturaleza descentralizada, combinada con la tecnología blockchain, permite transacciones entre pares sin necesidad de intermediarios como los bancos, revolucionando la forma en que pensamos sobre el dinero y las finanzas.