La economía europea se enfrenta a obstáculos, ahora más que nunca. La brecha entre el desempeño económico de Europa y Estados Unidos se está ampliando, exacerbada por la pandemia de coronavirus y el conflicto en curso en Ucrania. Esta situación está llevando las cuestiones económicas de Europa al primer plano de las discusiones globales.

Un marcado contraste con los EE.UU.

En comparación, la economía estadounidense se ha recuperado con fuerza de los recientes reveses, logrando una tasa de crecimiento que es más del doble que la de la eurozona. Esta marcada diferencia está cambiando las discusiones sobre política monetaria al otro lado del Atlántico, y se espera que Estados Unidos recorte las tasas de interés con menos frecuencia que sus pares europeos debido a pronósticos de crecimiento e inflación más sólidos.

La lucha de Europa no se trata sólo de un crecimiento lento, que se ha convertido en un tema un tanto familiar, sino de cómo sostener las inversiones frente a estos desafíos. Los altos costos de la energía y los lucrativos subsidios de Estados Unidos están incitando a las empresas europeas a reubicarse, lo que se suma a los problemas de Europa.

Paolo Gentiloni, comisario de Economía de la UE, enfatiza la urgencia de retener las inversiones en Europa. Sin embargo, soluciones como las propuestas por Mario Draghi para una integración más profunda y una financiación centralizada parecen imperativas pero desafiantes. Las industrias europeas corren el riesgo de cerrar o mudarse a menos que se produzcan cambios políticos importantes.

El envejecimiento de la población y la falta de actores importantes en sectores tecnológicos clave complican aún más el dinamismo económico de Europa. El continente estuvo alguna vez en su apogeo a principios de la década de 1990, beneficiándose de la profundización del mercado único de la UE. Sin embargo, desde entonces las economías combinadas de la UE han perdido terreno frente a Estados Unidos, particularmente afectadas por la crisis de deuda de la eurozona y los trastornos globales más recientes.

Los niveles de ingresos en Europa han quedado por debajo de los de Estados Unidos, y el Fondo Monetario Internacional pronostica que esta disparidad solo aumentará. Los problemas subyacentes incluyen la debilidad de la inversión y el acaparamiento de mano de obra, donde las empresas dudan en despedir a los trabajadores por temor a no poder volver a contratarlos cuando la demanda se recupere.

La crisis de confianza del consumidor

La confianza del consumidor es baja en Europa, con la caída de los precios de la vivienda y los gobiernos recortando el gasto. Por el contrario, los trabajadores estadounidenses han experimentado un crecimiento salarial que les ayuda a afrontar mejor la inflación, y su mayor inversión en acciones también ha dado buenos resultados durante los recientes aumentos del mercado.

Los europeos también están optando por trabajar menos, una tendencia intensificada por la pandemia, con enormes reducciones en las horas de trabajo negociadas por los trabajadores de sectores como el ferrocarril y el acero. Sin embargo, este cambio hacia un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal contrasta con los horarios de trabajo estables en Estados Unidos y contribuye a la escasez de mano de obra en Europa, que se ve exacerbada por los cambios demográficos y la reducción de la inmigración desde Europa del Este.

Desafíos demográficos y de productividad a largo plazo

La UE enfrenta desafíos demográficos con una población que envejece y, para 2050, se espera que la proporción de población en edad de trabajar disminuya drásticamente. Esta tendencia demográfica, combinada con tasas de productividad estancadas, pinta un panorama sombrío para el futuro económico de Europa.

Los problemas de productividad son particularmente pronunciados en comparación con Estados Unidos, donde las empresas son generalmente más grandes y menos reguladas, lo que permite una mayor inversión y eficiencia. Las empresas europeas, a menudo más pequeñas y con más limitaciones, luchan por capitalizar avances tecnológicos como la computación en la nube y las aplicaciones de software.

La brecha en productividad tiene enormes implicaciones para los niveles de vida en Europa. Si las economías europeas más grandes hubieran igualado las tasas de crecimiento de la productividad de Estados Unidos, su PIB per cápita podría haber sido significativamente mayor.

El mercado de inversiones también muestra marcadas diferencias: las empresas europeas invierten mucho menos que sus homólogas estadounidenses. Esta brecha es especialmente evidente en el sector tecnológico, donde las empresas estadounidenses siguen superando a Europa en gasto en investigación y desarrollo.

Mientras las autoridades luchan con estos desafíos multifacéticos, la pregunta sigue siendo: ¿qué esperanza queda para la economía europea?