Era la víspera de Navidad, y Pr4x1 estaba tumbado en su sofá, desplazándose por la aplicación de Binance mientras luces navideñas parpadeaban erráticamente en la esquina. El suave zumbido de la calefacción se mezclaba con el tintineo de campanas distantes afuera, creando una atmósfera casi cinematográfica. Su gato atigrado, Raimond—nombrado por un famoso caballero francés—estaba sentado erguido en el reposabrazos, moviendo la cola con un ritmo peculiar. Había una intensidad en los ojos de Raimond esta noche, una que Pr4x1 desestimó como emoción navideña. Pero la verdad pronto demostraría lo contrario.
Los gráficos ofrecían poco entusiasmo. Solana en staking, BNB estancado, Bitcoin avanzando sin brío. Sorbió su bebida de yogur de cereza, esperando algún repunte de fin de año, pero nada se movía. De repente, Raimond bufó, el sonido bajo cortando el cálido zumbido de la habitación. Pr4x1 lo miró, confundido.
“¿Qué te pasa?” murmuró. Raimond no parpadeó. Su mirada estaba fija en el teléfono.
La notificación llegó de repente, sacando a Pr4x1 de su aturdimiento. “Bono navideño exclusivo: ¡Desbloquea una sorpresa especial ahora!” El marco dorado, cubierto de copos de nieve alrededor del texto le daba un brillo alegre. Curioso, lo tocó.
La pantalla cambió a una interfaz más oscura y desconocida. En la parte superior, letras en negrita anunciaban:
"El Cofre Navideño: Solo los valientes prosperarán."
Un solo botón pulsante decía: Desbloquear.
Pr4x1 frunció el ceño. Raimond saltó al suelo, con los pelos erizados. El gato dejó escapar un bajo gruñido—un sonido que Pr4x1 nunca había escuchado de él antes. Algo sobre el Cofre no se sentía bien, pero la curiosidad lo devoraba. Tocó el botón.
La aplicación se oscureció por un momento antes de que apareciera un mensaje:
“¡Felicidades! El Cofre ahora está abierto.”
Su billetera se actualizó, y Pr4x1 se congeló. Todos sus saldos—Solana, Bitcoin, Dogecoin—habían desaparecido, reemplazados por una única suma de USDC. Peor aún, el número estaba disminuyendo.
$1,000… $900… $800.
“¿Qué demonios—?!” Su respiración se aceleró. Se apresuró con la aplicación, intentando transferir lo que quedaba, pero cada acción falló. Mensajes de error se burlaban de su desesperación: “El Cofre aún no está satisfecho.”
Raimond se lanzó hacia la mesa de café, golpeando la pantalla del teléfono con su pata. La habitación se sentía más fría, el aire más pesado. Sus gruñidos se convirtieron en un extraño sonido lastimero como si estuviera advirtiendo de algo mucho más allá de la comprensión de Pr4x1. La cola del gato se movía salvajemente ahora, un metrónomo de una inminente condena.
Otra notificación apareció:
“Cumple con las demandas del Cofre para restaurar el equilibrio.”
Tres opciones aparecieron, cada una más críptica que la anterior:
Dona un poco.
Dona mucho.
Abandona todo.
Pr4x1 miró, el sudor perlado en su frente. Seleccionó Dona un poco. La pantalla se congeló momentáneamente antes de revelar su nuevo saldo: $100. Un alivio lo inundó hasta que notó el historial de transacciones:
“Donación al Cofre: $900 USDC.”
La aplicación parecía estabilizarse, y sus saldos—menos la pérdida—volvieron a la normalidad. Sin embargo, una nueva función apareció en el menú de ajustes: Historial del Cofre.
Raimond volvió a bufar, golpeando el teléfono fuera del sofá. Al caer al suelo, la pantalla parpadeó, revelando algo extraño—copos de nieve girando en un vacío, voces murmurando débilmente detrás de ellos. Juró que vio palabras formarse, fugaces como el humo: "Te observa."
Pr4x1 eliminó la aplicación, prometiendo mantenerse alejado. Sin embargo, cada víspera de Navidad desde entonces, el Cofre regresó—no solo como una actualización de la aplicación sino en correos electrónicos, ventanas emergentes, incluso susurros en el algoritmo de búsquedas no relacionadas.
¿Y Raimond? Nunca volvió a acercarse al teléfono. Cada temporada navideña, el gato se volvía más inquieto, su comportamiento más errático. Algunas noches, Pr4x1 lo atrapaba mirando el lugar donde había caído el teléfono, sus ojos abiertos y reflexivos, como si viera algo que Pr4x1 no podía.
En los momentos de quietud de la noche, mientras las luces navideñas parpadeaban alegremente, Pr4x1 no podía evitar preguntarse: ¿Era el Cofre solo un fallo, una extraña promoción que salió mal? ¿O era algo mucho más antiguo, algo tejido en el mismo tejido del deseo humano? Raimond sabía, por supuesto. Pero los gatos no comparten secretos.