Era un día festivo, así que mi primo no tenía nada que hacer y se fue a pinchar avisperos. Tenía toda la cara hinchada por las picaduras de avispa y cayó al hoyo. Todo el cuerpo estaba sucio.
¡Lloré tanto que corrí a casa! Mi voz se volvió ronca después de llorar tanto tiempo. Cuando llegó a casa, su madre ni siquiera lo reconoció. Su madre me preguntó: "¿Quién es?" "
Dije: "¡Tal vez sea un mendigo!" "De ninguna manera, ¿un mendigo puede ser tan gordo?" De repente, el llanto se hizo más fuerte y no pude parar en absoluto...