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Obsolencia
Abrió una de las cajas. La pantalla no era muy grande pero el monitor era terriblemente grande y pesado. Por eso estaba protegido con gruesas planchas de poliestireno. Apenas podía levantarlo. 10 kilogramos de la más pura obsolencia. El procesador, la placa de sonido y de video y el chip estaban separados pero incluidos en una gran carcasa que llegaba del piso a las rodillas. Un gigabyte de memoria de trabajo le pareció una broma. Un cable y en el extremo un ruidoso teclado con letras y números.
Todo esto ocupaba más espacio que todas sus pertenencias. Solo por dos motivos pudo encontrar la manera de darse el lujo relativo de tener ese gran aparato antiguo: una conexión ilegal a un cable terrestre de la Única Corporacion de Energía. Y una habitación subterranea llena de humedad que logró construir clandestinamente a lo largo de los años.
El avance tecnológico era tan rápido que algunas novedades se volvían obsoletas antes de salir al mercado. La investigación de este fenómeno se convirtió en una temática común en los foros. Pero a su vez la desigualdad de accesos a la tecnología hacía que lo obsoleto sea lo más común para las grandes mayorías. Los aero automoviles que superaban la velocidad del sonido convivían con las bicicletas más rudimentarias. Los pagos en nanosegundos al mismo tiempo que transacciones que podrían tardar días.
Cuando encendió la vieja computadora no podía creer lo lento que era. Y después de semanas de búsqueda encontró algo jamás habría imaginado que existiera: un programa de texto arcaico sin inteligencia artificial que podía usar offline completamente fuera de la vista de las empresas de control social: libre office. Agarro el teclado y le llamaron la atención dos teclas: Enter y Esc. Sintió que la revolución era posible.
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