Cuando estaba estudiando macroeconomía en la universidad, nunca me hubiera imaginado que, al cabo de unos años, estaría ganándome la vida intercambiando monedas de perros y gatos por internet.
Si lo piensas, es completamente utópico, y he tenido mi propio proceso hasta adaptarme al inversor que soy ahora.
Pero creo que la clave de todo es, precisamente, la adaptación. No gana dinero el más listo, sino aquel que es capaz de amoldarse lo más rápido posible a las circunstancias.
Ahora mismo, no existe en el mundo un activo que esté dando más rendimiento que bitcoin y las memes, y mi obligación como inversor es adaptarme a ello, por encima de reglas autoimpuestas.
Supongo que por este motivo y algunos otros no llegué nunca a graduarme.