Europa está a punto de dar un paso importante en su política monetaria, pero esta vez podría estar dando un paso adelante demasiado pronto, especialmente antes de que lo haga Estados Unidos. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), insinuó el mes pasado que el BCE podría comenzar a recortar las tasas antes que la Reserva Federal de Estados Unidos. Dejó en claro que, a menos que haya un gran revés, el BCE está dispuesto a flexibilizar su política restrictiva.

Las decisiones apresuradas pueden conducir a aguas peligrosas

El BCE, que no quiere seguir los pasos de la Reserva Federal, está trazando su propio rumbo. Los inversores están totalmente de acuerdo y esperan una reducción de la tasa de depósito del BCE, actualmente en un pronunciado 4%, posiblemente ya el próximo mes. Incluso están apostando a dos recortes más a finales de este año.

Compare esto con la estrategia de la Reserva Federal, donde el plan es mantener las tasas altas por más tiempo, con un posible recorte de tasas a fines de 2023. Jay Powell, presidente de la Reserva Federal, mencionó la semana pasada que podría pasar un tiempo antes de que confíen en que La inflación se ha estabilizado en el 2%.

La economía europea no está exactamente en auge, con un crecimiento del PIB retrasado y un lento proceso de desinflación que se alinea con lo que proyectó el BCE. Sin embargo, si el BCE reduce las tasas demasiado lejos del cronograma de la Reserva Federal, podría provocar problemas tanto para el crecimiento como para la inflación en la región.

Recuerde, Europa se ha adelantado a los recortes de tipos antes, como en 1999 y 2011, pero el escenario actual es muy diferente y posiblemente más precario.

Para empezar, recortar las tasas podría debilitar al euro, lo que podría significar precios más altos para los bienes importados. Esto es especialmente preocupante si se considera la fuerte dependencia de Europa de la energía importada.

Aproximadamente dos tercios de su energía se importan, en comparación con sólo el 21% de China, y a diferencia de Estados Unidos, que produce más energía de la que utiliza. Un aumento en los costos de la energía podría perjudicar las inversiones empresariales, compensando cualquier rebote positivo del recorte de tasas.

Percepción del mercado y pronóstico económico

Otro riesgo es la percepción del mercado. Un recorte prematuro de las tasas podría indicar que el BCE espera un desempeño económico débil, lo que posiblemente afectaría la confianza y la inversión del sector privado. La economía de la eurozona ya no es la de mejor desempeño, con un crecimiento de apenas 0,3% este trimestre, apenas un poco por debajo del de Estados Unidos con 0,4%.

La credibilidad del BCE podría verse afectada si actúa demasiado rápido. Si la Reserva Federal posterga el ajuste de sus tasas, el BCE podría verse presionado para detener sus recortes, lo que sacudiría la confianza a largo plazo en sus decisiones monetarias. La estabilidad tanto de la inflación como del crecimiento del PIB podría volverse más impredecible, influenciada en gran medida por las acciones del BCE.

En cambio, las medidas fiscales podrían ofrecer un remedio más estable a los problemas económicos de la región. Europa tiene alrededor de 800 mil millones de euros en fondos sin explotar del programa de recuperación Next Generation EU. Si se utiliza sabiamente, esto podría impulsar la inversión de manera mucho más efectiva que los ajustes de tasas.

Hasta el momento, sólo se ha entregado un tercio de estos fondos. Los incentivos fiscales para las inversiones también podrían ayudar a mejorar la productividad sin los riesgos asociados con una flexibilización monetaria agresiva.

Mientras tanto, el BCE predice que la inflación avanzará gradualmente hacia el objetivo del 2% en los próximos trimestres, y se espera que la producción económica en la eurozona supere las previsiones anteriores. Las proyecciones de crecimiento para economías importantes como Alemania se han revisado al alza, lo que indica una posible recuperación del estancamiento.

A pesar de estas señales optimistas, el afán del BCE por reducir las tasas podría ser prematuro. Un enfoque equilibrado, que no favorezca ni excesiva prisa ni demoras indebidas, sería lo mejor para Europa