El año pasado me dejé llevar por el crecimiento.
Persecución...
Nuevos seguidores.
Nuevos clientes.
Nuevas ventas.
Oye, tengo un negocio que administrar.
Una familia que alimentar, ¿entiendes?
Pero ¿qué pasa con mis clientes actuales?
¿Los que confiaron en mí primero?
Se merecían algo mejor de mi parte, seguro.
Su dinero debería significar aún más.
Entonces, la semana pasada me acerqué y me volví a conectar.
Me puse al día con esos viejos clientes.
Recordamos nuestros éxitos pasados.
Se discutieron los objetivos familiares, de vida y comerciales.
Fue gratificante responder a sus preguntas.
Ofreciendo ayuda y orientación gratuita.
Revisé la página de inicio del proyecto de un cliente y formateé el documento técnico de otro.
Todo pro bono.
Esta experiencia sirvió como una muy necesaria revisión de la realidad.
Estas son las personas que creyeron en mí primero.
Se arriesgaron a cumplir mi promesa de cumplir.
Me confiaron el dinero que tanto les costó ganar.
Y les debía toda mi atención y apoyo.
Debería hacer esto más a menudo.
Cuando alguien te contrate, mantén esa conexión.
Una vez finalizado el contrato, continúa estando ahí para ellos.
Le confiaron el dinero que tanto les costó ganar.
Dales certeza, sin dudas.
De ahora en adelante, daré prioridad a fomentar estas relaciones.
Agregar valor constantemente y garantizar su éxito es lo más importante.
Siempre surgirán nuevas oportunidades en este espacio acelerado.
El crecimiento es fundamental, pero no a costa de quienes creyeron en mí desde el principio.