A menudo se observa entre los comerciantes una propensión a ensalzar sus empresas más rentables. Con poca discreción, proclaman: “Mi mano amasó una gran fortuna”, una declaración no infrecuente en los foros del discurso público. Esta inclinación no surge de un pozo de confianza sino más bien de un abismo de inseguridad, astutamente enmascarado bajo un disfraz de arrogancia. Estos individuos se entregan a los caprichos de sus emociones, engañándose a sí mismos haciéndoles creer que la mera fortuna es fruto de su supuesta experiencia. Que esto os sirva de advertencia: no caigáis en esta trampa. No dejéis que vuestro discernimiento se vea empañado por la tempestad de vuestras emociones. Porque en el dominio de las pasiones y el cultivo del juicio razonado se encuentra el camino hacia la verdadera sabiduría y el éxito duradero.