En 2008, un operador junior en #SociétéGénérale , Jérôme Kerviel, sorprendió al mundo financiero con uno de los esquemas más imprudentes y dañinos en la historia bancaria. Para el mundo exterior, Kerviel parecía poco notable—callado, diligente y dedicado. Pero bajo esta fachada se escondía una ambición peligrosa, que lo llevó a apostar a una escala sin precedentes utilizando los fondos del banco.
#Kerviel trabajó en el escritorio Delta One de Société Générale, gestionando futuros de acciones europeas. En lugar de seguir los protocolos estándar de gestión de riesgos, tomó la iniciativa de ejecutar operaciones colosales y no autorizadas. Estas apuestas no eran parte de una estrategia calculada; eran actos de pura audacia. Cuando sus operaciones tuvieron éxito, Kerviel manipuló registros para ocultar la extensión de sus actividades, creando transacciones ficticias para parecer en conformidad con los umbrales de riesgo del banco. Sus acciones pasaron desapercibidas durante meses debido a fallas en la supervisión interna.
Cuando la volatilidad sacudió los mercados europeos a principios de 2008, las posiciones especulativas de Kerviel se desmoronaron. Una auditoría de rutina expuso inconsistencias evidentes, lo que provocó una apresurada investigación. El banco se vio obligado a liquidar sus operaciones, pero la venta masiva impulsada por el pánico exacerbó la inestabilidad del mercado, aumentando las pérdidas. Lo que comenzó como un comercio encubierto se convirtió en un desastre financiero de $7 mil millones, uno de los mayores fracasos comerciales jamás registrados. Société Générale se quedó lidiando con las repercusiones reputacionales y financieras.
Kerviel fue rápidamente aprehendido y acusado de falsificación, abuso de confianza y uso no autorizado de los sistemas bancarios. En última instancia, recibió una sentencia de cinco años de prisión, con dos años suspendidos, y se le ordenó devolver 4.9 mil millones —una pena simbólica, dada su enormidad. Mientras Kerviel alegaba que sus superiores hicieron la vista gorda a sus métodos durante los períodos rentables, el caso sirvió como un recordatorio sobrio de los peligros de la ambición desenfrenada y la supervisión laxa. Subrayó el devastador potencial de un solo error de juicio de un individuo en una industria donde las apuestas son nada menos que colosales.