Ah, criptomonedas. Si tuviera que compararlos con algo, sería como ese ex que te deja con un mensaje confuso y te deja ahí tratando de descubrir en qué te equivocaste. Sin embargo, cada vez que la vuelves a ver, tu corazón late más rápido y, aunque sepas que terminará mal, no puedes evitar responder a su llamada. Pero, al igual que tu ex, los criptoactivos son malos para ti... pero no puedes evitar correr tras ellos.

1. El brillante comienzo: cuando Bitcoin hace latir tu corazón

Al principio todo son rosas y flores. Cuando Bitcoin llegó a tu mundo, fue como conocer a la chica de tus sueños. Los gráficos brillantes, el valor creciente, la adrenalina fluyendo por tus venas. Pensaste que habías encontrado a tu alma gemela. Todo era tan perfecto que no podías esperar para invertir, convencido de que te harías rico y que la relación con las criptomonedas duraría para siempre.

Pero como suele ocurrir con las relaciones, las cosas no fueron así. Tu ex (Bitcoin, por supuesto) ha comenzado a actuar de manera impredecible. Un día estabas arriba, al día siguiente abajo. Una montaña rusa que te hizo darte cuenta de que el verdadero amor con ella sería, como dicen, “altamente volátil”.

2. El miedo a perder y nuestro ciclo tóxico

Y luego llega el momento en que te deja. Pero, como ocurre con una ex, nunca dejas de pensar en ella. Cada vez que oyes hablar de un nuevo aumento de precio, se dispara esa chispa. Ahí está ella, de nuevo, con su sonrisa (o mejor dicho, con su gráfico verde brillante) diciéndote “¡Oye, he vuelto, haz otra inversión, habrá una nueva subida!”. Pero lo sabes, como cuando te dijo que cambiaría, que volvería contigo, que esta vez sería diferente. Sin embargo, cada vez caes en la trampa. El sufrimiento es el de siempre: haces todo lo que ella te pide, pero al final te vuelve a dejar con la cartera vacía y el corazón roto.

3. El juego de la esperanza: las criptomonedas te susurran... "No te preocupes, volveré"

Sin embargo, a pesar de todo, todavía lo crees. Esa criptomoneda te dice que “es sólo una corrección, subirá pronto”. Y caes en ello, piensas que esta vez será diferente. Te encuentras diciéndote a ti mismo: "No es el final, es sólo otra caída". Es como aquella vez que tu ex te prometió que cambiaría y que sería diferente. ¿Pero a quién engañas? Tú mismo, por supuesto.

Y entonces, el ciclo comienza de nuevo: compras, esperas, sufres, repites. Cada pequeño ascenso te hace pensar que tal vez, sólo tal vez, esta vez finalmente puedas tener el control. Y luego, en un abrir y cerrar de ojos, te encuentras de nuevo en la misma situación: endeudado y lleno de dudas.

4. Sufrimiento y adicción: ¿por qué no se puede dejar de invertir?

¿La verdad? Eres adicto a él (o a él, en el caso de Ethereum, Dogecoin o cualquier otra criptografía que haga latir tu corazón). Cada vez que vemos un tweet de Elon Musk o una noticia explosiva sobre una moneda emergente, la esperanza explota como una chispa en el corazón y el ciclo comienza de nuevo. No puedes evitar pensar en ello, aunque sabes que te dolerá. Cada noticia es como un mensaje de tu ex que dice “Hola, estaba pensando en ti, ¿quieres vernos?”. Y respondes, aunque lo sabes, que el final será el mismo.

5. La lección (o no lección) que aprendes

Después de un tiempo, te das cuenta de que quizás las criptomonedas no sean tan diferentes de las anteriores. Lo llamas “inversión”, pero, al final, sólo estás tratando de convencerte de que esta vez será diferente. El sufrimiento es real, la billetera vacía habla por sí sola. Pero a pesar de todo, sigues creyendo que tu próxima inversión podrá por fin darte la serenidad que buscas. Y luego, otro descenso… otro fracaso.

Sin embargo, a pesar de las rupturas y decepciones, nunca puedes dejar de esperar que todo salga bien, porque, en el fondo, una parte de ti sabe que “tal vez, algún día, ella cambie”. O tal vez no….

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