Como muchos economistas saben, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, y el presidente estadounidense, Donald J. Trump, no están de acuerdo en prácticamente todo. La “indiferencia” política es nada menos que obvia; Se le preguntó a Trump si le pediría a Powell que dejara el cargo, y él respondió: "No, no haré eso".

El presidente Trump se prepara para asumir el cargo. Sin embargo, su compromiso con la adopción generalizada de las criptomonedas y los profundos recortes del gasto contrasta con el enfoque más cauteloso y centrado en la inflación de Powell.

Esta creciente tensión se ha ido gestando desde las elecciones, con una creciente especulación sobre cómo se establecerán las prioridades políticas de Trump; Impuestos más bajos, controles de inmigración más estrictos, aranceles más altos y un impulso hacia la integración de activos digitales serían consistentes con la misión de estabilidad de precios de la Reserva Federal. 

Los recientes comentarios de Powell tras la reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) sobre la preparación del banco central para un entorno político lleno de incertidumbre.

La postura oculta de Powell sobre las criptomonedas y las tasas de interés

En la reunión del FOMC, recortó los tipos de interés en 25 puntos básicos, como se esperaba. Sin embargo, la medida se vio eclipsada por las cambiantes expectativas del banco central. El Resumen de Perspectivas Económicas ahora espera que las tasas de interés alcancen el 3,9% para fines del próximo año, lo que indica dos recortes de tasas adicionales. Las expectativas de inflación para 2025 aumentaron al 2,5%, mientras que la incertidumbre en torno a las expectativas de inflación ha aumentado, con una gama más amplia de resultados posibles.

Jerome Powell y la Reserva Federal recurren a Trump: nueva administración, nueva vida, nuevo tono

Powell abordó estos pronósticos con cautela, atribuyendo parte de la incertidumbre al impacto de los posibles aranceles y otras políticas económicas de Trump. "No sabemos cuándo enfrentaremos esa pregunta", dijo Powell, enfatizando el enfoque de la Reserva Federal en estudiar cómo los aranceles podrían conducir a la inflación. 

Aunque los comentarios de Powell parecen mesurados, los críticos afirman que muestran un sesgo político. Al incorporar estimaciones especulativas de la agenda económica de Trump en sus pronósticos, la Reserva Federal puede haber excedido su papel neutral, una crítica que Trump y su bando estaban felices de explotar.

En una conferencia de prensa ayer, rechazó rotundamente la idea y dijo: "No se nos permite poseer Bitcoin", al tiempo que reiteró que cualquier cambio legal para permitir dicha reserva requeriría la aprobación del Congreso. Los comentarios provocaron un retroceso en Bitcoin, que subió bruscamente después de las elecciones en medio del optimismo sobre la agenda de Trump favorable a las criptomonedas.

El escepticismo de Powell refleja la cautela más amplia de la Reserva Federal hacia los activos digitales, y todos sabemos que Trump no comparte los mismos sentimientos. El presidente se ha opuesto constantemente a la idea de una intervención federal en las criptomonedas, posicionándola como un asunto que es mejor dejar en manos del Congreso. 

Esta postura cautelosa pone a Powell en desacuerdo con Trump, quien ve las monedas digitales como una herramienta para la innovación y el crecimiento económico. Tendremos que esperar y ver si esta división tensa aún más la relación entre la Casa Blanca y el banco central.

No se equivoque: Bitcoin existe desde hace más de una década, y si él nunca lo apoyó, entonces el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, nunca habría apoyado las criptomonedas.

La frustración de Trump con la independencia de la Reserva Federal

El conflicto no se limita a la política de cifrado. Trump tiene un largo historial de críticas al liderazgo de Powell, acusando a la Reserva Federal de ser "política" y sugiriendo que los recortes de las tasas de interés estaban programados para favorecer los resultados electorales. 

A pesar de sus críticas, Trump también expresó su frustración porque los recortes de tasas de interés de Powell no fueron suficientes, destacando su deseo de tener más influencia sobre la política monetaria.

"Creo que el Presidente debería al menos tener voz y voto en este asunto", declaró, argumentando que su visión para los negocios lo hacía estar mejor calificado para guiar las decisiones sobre tasas de interés que los funcionarios de la Reserva Federal. Esta perspectiva también describe la ambición más amplia de Trump de remodelar la independencia del banco central, una medida a la que Powell se ha opuesto públicamente.

“La inflación suele ser más baja en los bancos centrales”, dijo Powell en septiembre, defendiendo el marco institucional actual. Destacó la importancia de aislar la política monetaria de la influencia política, y la describió como un “buen acuerdo institucional” que beneficia al público.

La afirmación de Trump de que la Reserva Federal debería consultarlo sobre las decisiones sobre tasas de interés generó sorpresa en todo el espectro político. Los críticos advierten que socavar la independencia de la Reserva Federal podría desestabilizar los mercados financieros y socavar la confianza pública en la política monetaria. 

Sin embargo, los partidarios de Trump, incluido el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, argumentan que su presión por una mayor supervisión refleja preocupaciones legítimas sobre un banco central que consideran fuera de contacto con la calle principal.

La tensión entre Trump y Powell es simplemente una batalla sobre quién tiene el poder de dar forma a la política económica. Powell insiste en que la Reserva Federal está comprometida con la estabilidad de precios, incluso cuando recibe acusaciones de parcialidad política. Por otro lado, la postura más agresiva e intervencionista de Trump refleja su creencia en la necesidad de un replanteamiento radical de la política monetaria.

No hay duda de que hay mucho en juego para ambos hombres. Puede ir de dos maneras: un diálogo constructivo o una confrontación franca sobre las políticas consideradas “mejores para Estados Unidos”.