Perder dinero nunca es fácil, pero cuando es tu madre la que está del otro lado, se convierte en una montaña rusa de emociones. Esta es la historia de cómo perdí mis $100 a manos de mi madre y cómo me sentí frustrada y, honestamente, un poco deprimida.

El comienzo de todo

Todo empezó cuando ahorré 100 dólares, una cantidad enorme para mí. Tenía muchos planes para ello. Quería comprar algo significativo o tal vez simplemente guardarlo para usarlo en el futuro. Pero un día, mi madre me preguntó si podía prestarle algo de dinero.

Me dijo que era para algo importante y me aseguró que me lo devolvería pronto. Pensé: “Es mi mamá, la que me crió, así que por supuesto que confío en ella”. Sin pensarlo dos veces, le entregué mis 100 dólares.

La espera que nunca terminó

Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. No había señales de mi dinero. Al principio, no dije nada; no quería hacerla sentir mal. Pero eventualmente, reuní el valor para preguntar: “Mamá, ¿recuerdas los $100 que te di? ¿Cuándo puedes devolvérmelo?”

Su respuesta me sorprendió completamente. “¿Qué $100? Debes estar equivocada,” dijo casualmente.

El momento de la realización

Me quedé sin palabras. Intenté recordarle el día que lo pidió prestado, explicando cada pequeño detalle, pero ella lo desestimó como si nunca hubiera sucedido. Luego vino su respuesta definitiva: “¿Por qué te pediría dinero prestado? Debes haberlo perdido tú mismo en algún lugar.”

En ese momento, me di cuenta de que no solo había perdido $100; también estaba cuestionando mi propia cordura. ¿Estaba imaginando cosas? ¿Realmente le di el dinero, o todo estaba en mi cabeza?

El costo emocional

Perder el dinero dolió, pero lo que dolió más fue el hecho de que no podía discutir con mi mamá. Después de todo, ¡ella es mi mamá! Pero esta situación me puso en un estado mental extraño. Me sentí impotente e incluso un poco traicionado, lo que lentamente se convirtió en tristeza y frustración.

Seguí pensando en lo duro que había trabajado para ahorrar esos $100, solo para verlos deslizarse tan fácilmente. Y lo que lo hacía peor era no poder expresar completamente mis sentimientos. Cada vez que lo intentaba, ella lo desestimaba como si no fuera un gran problema.

La lección que aprendí

Mirando hacia atrás, me he dado cuenta de algo importante: cuando se trata de tus padres, especialmente de las mamás, el dinero nunca es solo dinero. Es parte de una relación mucho más grande donde el amor, el respeto y la confianza importan más. Mis $100 se han ido, pero el vínculo con mi mamá es invaluable (incluso si a veces duele).

Seguir adelante

Todavía estoy tratando de dejar ir la tristeza que esta situación causó. Es difícil porque cada vez que pienso en ello, siento esa ola de frustración y pérdida de nuevo. Pero me recuerdo a mí mismo que aferrarse a los sentimientos negativos solo hará que las cosas empeoren.

Si estás leyendo esto y has pasado por algo similar, solo sabe que no estás solo. A veces, los padres pueden ser complicados, pero al final, siguen siendo nuestros mayores apoyos, ¡solo que tal vez no cuando se trata de pedir dinero prestado!

¿Y en cuanto a mí? Digamos que he aprendido a mantener mis ahorros lejos de futuros “préstamos de mamá.”

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