En un mercado alcista, después de cada ajuste, llega una nueva ronda de explosiones de precios. Aquellos que intentan operar en tramos y se consideran exitosos, a menudo vuelven a entrar en el mercado. Este ciclo se repite, y los especuladores, como los perros en el experimento de Pavlov, forman un reflejo condicionado. Cada vez que hay una corrección, se mantienen firmes en su postura alcista, aumentando su posición y volviéndose cada vez más audaces.
Incluso cuando hay una clara tendencia a la baja y factores de caída evidentes, con precios que han caído un 30% o incluso un 50% desde el máximo, aquellos acostumbrados a operar en tramos aún mantienen la ilusión de un mercado alcista, creyendo que esta vez será como las anteriores y alcanzarán nuevas alturas.
Cuando el mercado se convierte en bajista, cada vez que intentan comprar, sufren pérdidas; solo entonces, como si despertaran de un sueño, se dan cuenta de que el mercado bajista ha llegado. Sin embargo, aunque lo perciben, todavía albergan esperanzas infundadas, pero ya es demasiado tarde.