El dinero ilegal, por mucho que sea, se convierte en una maldición para su dueño. No se trata sólo de dinero recaudado ilegalmente, como por ejemplo mediante robo, soborno o usura, sino que priva a su propietario de bendiciones y lo expone a pérdidas permanentes.
Quien adquiere dinero ilícito se encuentra a menudo en un torbellino de problemas, ya sean pérdidas económicas inexplicables o problemas de salud repentinos. Esto se debe a que este dinero arruina la vida de la persona desde adentro, aumentando la ansiedad y el estrés, y afectando su salud física y psicológica.
El dinero lícito, por pequeño que sea, conlleva una bendición duradera, mientras que el dinero ilícito, por mucho que sea, quema a su dueño y lo deja sin estabilidad ni verdadera felicidad.