Si quieres vender, vende. Cierra la plataforma, haz clic en el botón y deshazte de todo el peso. Dígase a sí mismo que estaba bien, que era lo único que podía hacer. Pero antes de hacerlo, detente. Respirar. Mira el precio, sí, pero mírate también a ti mismo. Te preguntas: ¿es el mercado el que está cayendo o eres tú quien cayó dentro de ti mismo?

Las monedas no gritan. Los gráficos, con sus líneas angulares, son sólo reflejos de algo más grande, más invisible. No tienen corazón, no tienen miedo, no dudan. El mercado no lo siente. Pero lo sientes. Cada punto rojo es como una puñalada, cada línea que desciende es un abismo. Y aún así, hay algo en ti que duda, que no quiere ceder. Ese algo no es el mercado; eres tu.

El HODLer lo sabe. Él ya estuvo allí, con el dedo temblando sobre el botón de venta, la duda aplastándole el pecho. Conoce la sensación de estar solo, mientras el mundo le grita que escape. Pero él se queda. No por valentía, sino porque aprendió que la verdadera batalla no es contra el mercado, sino contra el miedo mismo.

Si quieres vender porque crees que lo perderás todo, hazlo. Pero mientras lo haces, recuerda que nada se pierde realmente excepto aquello que dejamos de esperar. El precio baja y eso lo ves como el final. Pero ¿y si no lo es? ¿Y si es sólo un capítulo? Cierras el libro porque una página es difícil de leer, sin darte cuenta de que el final está ahí, esperando a que quien tenga paciencia llegue hasta él.

Las monedas que conservas no son sólo números. Son días, semanas, meses que creíste. Son el recuerdo de noches en las que soñaste con algo más grande, con algo que podría cambiar tu vida. Cuando los vendes, no sólo estás vendiendo activos. Estás diciendo adiós a una parte de ti que tenía esperanza.

El HODLer no es un héroe. Él no es más fuerte que tú. Siente el mismo miedo, escucha el mismo vacío cuando el mercado cae. Pero aprendió a escuchar algo más allá del miedo: la voz tranquila del tiempo. Entiende que el mercado no es el problema, que el verdadero desafío es esperar, cuando todo dentro de ti grita que te rindas.

Si quieres vender, vende. Pero entiende que no es el precio lo que te derrota. Es miedo. Y el miedo, como todo, también pasa. Y cuando pase, quizás mires hacia atrás y veas que lo que parecía insoportable no era más que una curva del camino.

Y si te quedas, no será por el precio, las divisas o el mercado. Será para ti. Porque esperar, al fin y al cabo, es el acto de fe más profundo que puedes tener. Fe en algo más grande y fe en ti mismo.

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