La economía de Rusia está tambaleándose bajo una montaña de presión, y las fisuras se están volviendo más difíciles de ocultar. Esta semana, el rublo se desplomó a 114 frente al dólar, su nivel más bajo desde los caóticos días posteriores a la invasión de Moscú a Ucrania en 2022.

El momento no podría ser peor para el presidente Vlad Putin, cuyas fuerzas aún están bombardeando ciudades ucranianas y logrando ganancias incrementales en el frente oriental. Mientras Rusia insiste en que tiene todo bajo control, las cifras pintan una historia diferente, una que sugiere que la economía nunca pudo haber sido tan fuerte como el Kremlin afirmó.

Putin no está preocupado

El último colapso del rublo siguió a una nueva ronda de sanciones de EE. UU. dirigidas a Gazprombank, la principal arteria financiera de Rusia para los pagos de energía. Estas sanciones golpearon duro, interrumpiendo la capacidad de Moscú para financiar sus esfuerzos bélicos en curso.

El Banco Central de Rusia tuvo que intervenir, deteniendo las compras extranjeras de rublos para estabilizar su moneda maltrecha. La intervención trajo un alivio menor, con el rublo cotizando a 110 frente al dólar el jueves. Pero el daño ya está hecho, y los expertos se cuestionan cuánto tiempo puede Moscú mantener la fachada de fortaleza económica.

Putin, como se esperaba, restó importancia a las preocupaciones, diciendo que factores estacionales y problemas relacionados con el presupuesto provocaron la caída del rublo. “No hay absolutamente motivos para entrar en pánico,” les dijo a los reporteros.

El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, también afirmó que el rendimiento de la moneda no afectará a los rusos comunes, ya que sus ingresos están en rublos de todos modos. Pero para un país sumido en sanciones y luchando en una costosa guerra, este optimismo se siente como un deseo ilusorio.

China: La tabla de salvación de Rusia bajo sanciones

Mientras tanto, Moscú ha encontrado un salvador inesperado en China. Pekín se ha convertido en el mayor proveedor de bienes prohibidos para Rusia bajo las sanciones occidentales, llenando vacíos críticos en todo, desde tecnología hasta maquinaria.

Los dos países ahora evitan el dólar en sus transacciones, confiando en gran medida en el yuan. Los economistas advierten que esta dinámica podría volverse en su contra a largo plazo. Es fácil ver por qué.

La caída del rublo no se debe solo a las sanciones. La inflación en Rusia está en aumento, alimentada por el gasto gubernamental disparado en la guerra. Las políticas monetarias estrictas del Banco Central están destinadas a mantener la inflación bajo control, pero han provocado un choque dentro de los círculos de poder de Rusia.

Oficialmente, la economía de Rusia parece estar resistiendo. El Fondo Monetario Internacional predice un crecimiento del PIB del 3.6% para 2024, colocando a Rusia entre las economías de más rápido crecimiento del mundo fuera de India y China. Los funcionarios rusos citan con orgullo tasas de crecimiento del 5.4% y 4.1% para los dos primeros trimestres de 2023.

En papel, esto parece una victoria para el Sr. Putin. Pero los críticos argumentan que estos números son más propaganda que realidad. Desde la invasión, el Kremlin ha utilizado los datos económicos como un arma, usándolos para proyectar una imagen de resiliencia.

Vladimir Milov, un economista y activista opositor exiliado, ha cuestionado la fiabilidad de estas cifras, señalando que el estricto control del gobierno sobre los datos hace imposible separar los hechos de la ficción.

Incluso William Pomeranz del Wilson Center ha advertido que la economía podría estar sentada sobre una “explosión social”, con costos en aumento e ingresos en caída empujando a los rusos al límite.

La escasez de mano de obra y las interrupciones en la cadena de suministro están sumando presión. La guerra ha agotado la fuerza laboral de Rusia, dejando a las industrias luchando por llenar vacíos.

Mientras tanto, el costo de vida sigue aumentando, con los precios de los alimentos y la energía ejerciendo una presión adicional sobre los hogares. El gobierno ha tratado de echar la culpa a las sanciones occidentales, llamándolas el principal impulsor de la inflación.

Incluso el presupuesto militar, que ha crecido desde la invasión, está sintiendo la presión. Un decreto reciente recortó los pagos estatales para ciertas categorías de soldados heridos, lo que provocó indignación.

Equilibrando mantequilla y armas

La estrategia de Moscú de “armas sobre mantequilla” tiene sus límites, y las fallas están apareciendo. Putin ha negado que el aumento del gasto en defensa se haga a expensas de los rusos comunes.

El gobierno está inyectando dinero en la producción de armas y operaciones militares, dejando poco espacio para otras prioridades. Este desequilibrio es insostenible, especialmente a medida que las sanciones se endurecen y los ingresos por petróleo se vuelven menos fiables.

Las exportaciones de energía han sido la salvación de Rusia, manteniendo el flujo de efectivo incluso cuando los mercados occidentales cerraron sus puertas. Los países dispuestos a ignorar la guerra, como China e India, han continuado comprando petróleo y gas rusos. Pero incluso esta tabla de salvación está bajo amenaza.

El impulso global hacia la energía renovable y la caída de los precios del petróleo están erosionando el dominio energético de Rusia, dejando al Kremlin con menos opciones.

La última previsión del FMI predice una fuerte desaceleración en 2025, con un crecimiento esperado de solo el 1.3%. El crecimiento salarial más lento, la reducción de la inversión privada y un mercado laboral que se ajusta son todos factores contribuyentes. Mientras Rusia puede reclamar victorias a corto plazo, las perspectivas a largo plazo son sombrías.

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