Rusia acaba de poner a Bitcoin en el centro de su tablero de ajedrez económico. Hoy más temprano, el presidente Vladimir Putin firmó una ley que no solo reconoce a Bitcoin y otras criptomonedas como propiedad legal, sino que también trae muchas nuevas regulaciones a la industria.

La nueva ley reescribe el Código Fiscal de Rusia, convirtiendo las criptomonedas en un activo imponible. Exime la minería y las ventas del impuesto al valor agregado (IVA), pero los mineros deben informar sus actividades a las autoridades locales o arriesgarse a una multa de 40,000 rublos (alrededor de $380).

Las ganancias del comercio también están en el radar, con un sistema tributario escalonado: 13% para ganancias inferiores a 2.4 millones de rublos ($22,300) y 15% para cualquier monto superior.

A partir del próximo año, todas las empresas de criptomonedas enfrentarán una tasa impositiva estándar del 25%. La mayoría de las partes de esta ley son efectivas de inmediato, excepto por algunas cláusulas retrasadas.

Rusia anticipa recaudar hasta 200 mil millones de rublos (alrededor de $2 mil millones) anualmente de su sector de minería de criptomonedas en auge. Y dado el rango global del país como potencia minera, las cifras no parecen en absoluto descabelladas.

Ingresos por minería y soluciones alternativas a las sanciones

Rusia ha ocupado constantemente un lugar entre los principales actores en la minería de criptomonedas, con su abundancia de energía barata alimentando operaciones masivas. Ahora, el 1 de noviembre, se lanzó una base de datos respaldada por el gobierno para mineros a gran escala bajo una ley separada que Putin firmó en agosto.

Los riesgos son mayores que solo el control interno. El Banco Central de Rusia también ha aprobado un programa piloto para transacciones de criptomonedas transfronterizas. Estas transacciones son vistas como un salvavidas para Moscú, permitiendo al país eludir sanciones y comprar bienes restringidos en mercados internacionales.

La naturaleza descentralizada de las criptomonedas dificulta que los reguladores occidentales realicen un seguimiento, lo que le da a Rusia una ventaja potencial para acceder a recursos críticos, ya sean militares o de otro tipo.

Por supuesto, esto no le sienta bien a los Estados Unidos. Washington ha advertido a los bancos en países como China, Turquía y los EAU en contra de ayudar a Moscú en sus esfuerzos por eludir las sanciones. Pero seamos honestos, Moscú no está perdiendo el sueño por las amenazas de EE. UU. en estos días.

La caída libre del rublo y las presiones económicas

Mientras Putin está ocupado legitimando Bitcoin, el rublo está tocando fondo. Esta semana, cayó a 114 frente al dólar estadounidense, su nivel más débil desde marzo de 2022. El banco central de Rusia tuvo que intervenir, deteniendo las compras de moneda extranjera en el mercado interno para estabilizar el rublo.

Para el jueves, había recuperado algo de terreno, cotizando a 110 por dólar, pero el daño ya estaba hecho. Putin, como de costumbre, minimizó la crisis. "No hay absolutamente ningún motivo para el pánico", dijo, atribuyendo la caída del rublo a factores estacionales y pagos presupuestarios.

El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, intervino, insistiendo en que la caída no afectaría a los rusos comunes porque ganan salarios en rublos. Claro. Pero los analistas no se lo creen.

Timothy Ash, un estratega de mercados emergentes, describió al rublo como en "caída libre", llamándolo una crisis monetaria en desarrollo. Un rublo más débil significa mayor inflación, aumento de las tasas de interés y un crecimiento económico más lento.

La inflación ya estaba en 8.5% en octubre, con productos básicos como la mantequilla y las papas costando significativamente más que el año pasado. Pero no te equivoques, el colapso de la moneda está relacionado con más que solo cambios estacionales.

Las nuevas sanciones de EE. UU. dirigidas a Gazprombank han añadido presión, mientras que la economía impulsada por la guerra de Rusia está estirando los recursos. El gasto en defensa se ha disparado, con fondos fluyendo hacia la producción de armas nacionales.

A pesar de esto, Putin niega que el país esté sacrificando el bienestar del consumidor por prioridades militares, rechazando la idea de "mantequilla por armas". Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional revisó recientemente su pronóstico de PIB para Rusia, proyectando un crecimiento del 3.6% en 2024.

Eso no está mal considerando las circunstancias, pero el FMI también advirtió sobre una desaceleración en 2025, con un crecimiento que se espera que caiga al 1.3%. El consumo privado y la inversión están disminuyendo, los mercados laborales se están ajustando y el crecimiento salarial está perdiendo impulso.

A medida que el rublo se desmorona y las sanciones muerden, parece que Bitcoin está asumiendo el papel tanto de herramienta como de símbolo de resistencia económica.

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