En 2009, el ingeniero noruego Kristoffer Koch descubrió accidentalmente Bitcoin mientras trabajaba en su tesis de maestría sobre tecnología de cifrado. Por curiosidad, decidió comprar algo de Bitcoin, gastando alrededor de 150 coronas noruegas (unos 27 dólares estadounidenses) por 5.000 dólares BTC. En ese momento, Bitcoin era prácticamente inútil y prácticamente desconocido, por lo que Koch no pensó mucho en su pequeña inversión.
Durante años, se olvidó por completo de su billetera Bitcoin, ya que la criptomoneda permaneció fuera del radar de las finanzas convencionales. Luego, en 2013, cuando Bitcoin empezó a aparecer en los titulares y su precio se disparó, Koch recordó su inversión olvidada. Curioso, desenterró sus archivos antiguos y encontró una manera de recuperar la contraseña de su billetera digital.
Lo que le sorprendió fue que los 5.000 Bitcoins que compró por sólo 27 dólares ahora valían más de 880.000 dólares. Kristoffer pudo retirar parte de sus activos de Bitcoin y usarlos para comprar un apartamento de lujo en una zona exclusiva de Oslo. Aunque no vendió todos sus Bitcoins en ese momento, aseguró su libertad financiera con lo que alguna vez fue una inversión muy pequeña y casi olvidada.
La historia de Koch se comparte a menudo como uno de los ejemplos más destacados de cómo los primeros usuarios de Bitcoin, incluso con inversiones modestas, obtuvieron rendimientos extraordinarios a medida que el valor de la criptomoneda se disparó. Su experiencia enfatiza la imprevisibilidad y el potencial de invertir en tecnologías emergentes.