De vuelta en 2018, estaba completamente quebrado—tan quebrado que me saltaba las papas fritas con mi hamburguesa solo para ahorrar un dólar. Un día, mientras desplazaba mi feed, me encontré con alguien presumiento de sus ganancias en cripto en Binance. Pensé, "¿Qué tengo que perder?" Así que tomé todos mis ahorros—un total de $27.35—y los invertí en un token aleatorio que apenas podía pronunciar. $DOGE llamó mi atención—principalmente porque ese logo de perro era demasiado lindo para ignorarlo.
A la mañana siguiente, me quedé dormido (porque mi despertador roto tenía otros planes). Agarré mi teléfono Android agrietado, abrí Binance y no podía creer lo que veía—mis $27 se habían duplicado a $54 de la noche a la mañana. Grité tan fuerte que mis vecinos probablemente pensaron que había ganado la lotería. Ese momento lo cambió todo. Decidí que estaba destinado a la grandeza cripto.
Empecé a difundir el evangelio de Binance a cualquiera que escuchara—mi abuela, el repartidor de pizza, incluso mi casero que me acosaba por el alquiler. Pensaban que estaba loco, pero estaba convencido de que Binance era mi billete dorado. Me zambullí en el trading diario, sintiéndome como el Lobo de la Calle Cripto. En un momento, incluso logré multiplicar por 10 mi portafolio con un token llamado $SHIBAFLOKIINUMOONROCKET (sí, ese es un nombre real—no preguntes).
Para 2020, la vida se veía completamente diferente. Cambié los fideos instantáneos por sushi para llevar e incluso me compré una silla adecuada por primera vez. Fijé mi mirada en alcanzar $1 millón y me prometí que me retiraría cuando llegara allí. Un día, mi portafolio alcanzó $999,999.99. Pensé, "Una trade más no hará daño." Spoiler: hizo daño. Aposté todo en un token llamado $MOONRUG, y así, desapareció—junto con mi fortuna. Estaba de vuelta al punto de partida con $27.35.
Pero aquí está la cosa: Binance no solo me enseñó sobre ganancias y pérdidas—me dio una mentalidad completamente nueva. Despertó una determinación que nunca supe que tenía. Así que, aunque no me fui con millones, me fui con algo aún mejor: la motivación para empezar de nuevo. Binance no solo cambió mi vida—la reinició.