Charles Hoskinson, el creador de Cardano y uno de los cofundadores originales de Ethereum, es un genio malinterpretado que tomó el camino difícil, construyendo una blockchain sobre fundamentos de investigación académica y rigurosa ingeniería.

Los críticos aman descartarlo como un bocón; algunos lo llaman villano. Sin embargo, los hechos sugieren lo contrario. Charles es indudablemente una de las mentes más agudas que impulsa la evolución de la tecnología descentralizada, y quizás es hora de que dejemos de pasar por alto eso.

Los primeros días: El primer CEO de Ethereum

La historia de las criptomonedas de Charles comenzó con Ethereum. En su infancia, Ethereum tenía un equipo de cofundadores que no estaban exactamente de acuerdo. El papel de Charles era importante: se desempeñó como el primer CEO de Ethereum.

Su visión era esencialmente la misma que la de Vitalik Buterin: que Ethereum se convirtiera en un centro para aplicaciones descentralizadas, dando a los desarrolladores herramientas para construir más allá de las limitaciones de Bitcoin.

El drama comenzó cuando se planteó la gobernanza. Charles abogó por una estructura con fines de lucro para asegurar capital de riesgo y escalar Ethereum más rápido. Otros en el equipo, incluido el propio Vitalik, pensaron de otra manera, favoreciendo un modelo sin fines de lucro.

El desacuerdo terminó con la salida de Charles en 2014. Ethereum creció hasta convertirse en el gigante que conocemos hoy, pero Charles ya había seguido adelante, listo para demostrar que no necesitaba Ethereum para cambiar el mundo.

Construyendo Cardano: Una blockchain como ninguna otra

En 2015, Charles se unió a Jeremy Wood para lanzar Input Output Hong Kong (IOHK), una empresa de investigación e ingeniería de blockchain. ¿Su proyecto insignia? Cardano.

Lanzado en 2017, Cardano fue la respuesta de Charles a lo que él creía que eran las deficiencias de Ethereum: falta de escalabilidad, seguridad insuficiente y gobernanza insostenible.

El enfoque de Cardano no fue llamativo. Fue metódico. Cada parte de su arquitectura fue revisada por pares por académicos y construida con métodos formales. Charles ha descrito a menudo a Cardano como “uno de los mayores logros técnicos en la historia de la humanidad.”

Y no estaba mintiendo. A finales de 2024, más de 1,000 proyectos están activos en la blockchain de Cardano, con más llegando cada día. Su sistema de prueba de participación (PoS) utiliza una fracción de la energía que necesita Bitcoin, lo que lo convierte en una opción sostenible en un mundo cada vez más preocupado por el desperdicio de energía.

El efecto Hoskinson: Ámalo u ódialo

Charles es una figura polarizadora. Por un lado, su visión es respetada. Por otro, su actitud desafiante en las redes sociales lo convierte en un blanco fácil. Los críticos llaman a Cardano una “cadena zombie”, argumentando que carece de la actividad de competidores como Solana o Ethereum.

¿La verdad? El ecosistema de Cardano está creciendo de manera constante, incluso sin el bombo. El propio Charles ha abordado estas críticas, una vez dijo famosamente: “Supongo que me he convertido en una prueba de Rorschach humana. La gente ve lo que quiere ver.”

Su naturaleza franca no siempre ha ayudado. La aguda ironía de Charles y sus comentarios sin filtros molestan a muchas personas.

Ha llamado la atención de periodistas, competidores e incluso de sus propios críticos, a veces con un tono que puede considerarse menos que profesional. Un ejemplo: su comentario sobre los críticos siendo la “brigada de astillas de pintura.”

Ámalo u ódialo, no puedes acusarlo de ser aburrido.

Las frustraciones de Charles con la industria de las criptomonedas no son sin razón. Aceptablemente, la industria a menudo prioriza la especulación sobre la sustancia, algo que él ha criticado repetidamente. Una vez realizó una encuesta en Twitter preguntando: “¿Soy un cáncer para Cardano?” De las 50,501 personas que votaron, el 51.6% de ellas dijo ‘Sí.’

Con un patrimonio neto de alrededor de $1.2 mil millones, Charles está financiando proyectos que la mayoría de la gente ni siquiera soñaría. ¿Plantas que brillan en la oscuridad? Comprobado. ¿Esfuerzos para detectar vida extraterrestre? Eso también está en su lista.

En el corazón de su trabajo hay una creencia en el poder de la descentralización para arreglar sistemas rotos. “Las criptomonedas no quieren prender fuego al mundo; solo quieren encender una llama en tu corazón,” dijo una vez. ¿Cursi? Claro. Pero es difícil discutir con el sentimiento, especialmente en una carrera alcista tan intensa como esta.

Guerra contra la mala política

A principios de año, Charles llevó su lucha al escenario político. Apoyó abiertamente a Robert F. Kennedy Jr. para presidente de EE. UU., pidiendo líderes que entiendan las criptomonedas. “El pueblo estadounidense merece un liderazgo mejor que lo que actualmente se ofrece,” dijo.

No se detuvo ahí, Charles criticó el supuesto “acuerdo” de la administración Biden con la senadora Elizabeth Warren para suprimir a las empresas de criptomonedas. Argumentó que este tipo de política perjudica la innovación y desbanca a las empresas legítimas.

Charles propuso una “Declaración de Derechos” para los usuarios de criptomonedas, cubriendo la tributación, la protección del consumidor y la clasificación de activos. En noviembre, reveló planes para “Operación Baseline”, una campaña para identificar ineficiencias en el mercado de criptomonedas de EE. UU. y presionar por una legislación efectiva.

También sugirió al CEO de Coinbase, Brian Armstrong, como un posible “Czar de Cripto de la Casa Blanca” bajo la administración Trump, argumentando que el liderazgo de Armstrong podría unificar a la industria.

A nivel internacional, Charles se reunió con el presidente argentino Javier Milei para discutir la integración de blockchain en los sistemas gubernamentales. Su defensa de alinear las leyes de criptomonedas de EE. UU. con los estándares globales, como los de Suiza o Singapur, muestra que está pensando más allá de las fronteras.

Ya sea que Cardano gane o no, la visión implacable de Charles es una prueba de que a veces, ser malinterpretado es el costo de liderar.