Trump logró la reelección, el precio de las acciones de Tesla se disparó, Musk obtuvo enormes beneficios por su apuesta en Trump, convirtiéndose en el hombre más rico del mundo. Esta serie de operaciones resulta intrigante: en estos tiempos, los empresarios no solo deben dominar la tecnología, sino también entender la política y atreverse a apostar por un asiento presidencial.

Durante la campaña de Trump, Musk casi parece ser su 'fan de élite'. Invirtió directamente, destinando 130 millones de dólares, lo que resultó en un aumento del precio de las acciones de Tesla de más del 14%, elevando su patrimonio personal en 20,9 mil millones de dólares. En comparación, para nosotros, los ciudadanos comunes, es difícil siquiera superar la línea de equilibrio en el mercado de valores, mientras que Musk está montado en un 'cohete de riqueza' disparándose al cielo. Esta maniobra merece respeto por su aguda visión y audacia empresarial. No solo es 'ganancia por encima de todo', sino que también lleva consigo ese espíritu de 'gran apuesta' típico de los capitalistas estadounidenses.

De hecho, el apoyo de Musk a Trump no es un capricho. Durante años, su Tesla y SpaceX han estado bajo alta presión regulatoria en Estados Unidos en temas de medio ambiente y conducción autónoma, mientras que Trump aboga por reducir la regulación empresarial y relajar las políticas. Para Musk, esto es como 'peces en el agua'. Musk claramente entiende que, con un gobierno más 'laissez-faire', Tesla puede moverse más rápido en el mercado. Pregunto, ¿quién no querría un 'padrino' que los libere de sus ataduras?

Y en esta serie de operaciones, la 'declaración' de Musk sobre Taiwán provocó otra ola de conmoción. Sugerió directamente a los proveedores de Taiwán que se retiraran y se trasladaran al sudeste asiático. Esta sugerencia no solo generó inseguridad entre los empresarios taiwaneses, sino que también provocó una fuerte insatisfacción por parte de las autoridades taiwanesas, que incluso criticaron públicamente su actitud 'pro-China'. Después de todo, las autoridades de Taiwán esperan el apoyo continuo de las empresas estadounidenses, no un 'desplazamiento de Taiwán' bajo presión geopolítica.

De hecho, la acción de Musk es simplemente una manifestación de la búsqueda de beneficios del capital. Las autoridades de Taiwán quizás no se han dado cuenta de que los capitalistas estadounidenses no actúan por lazos geopolíticos, sino por intereses. Saben que si la situación en el estrecho de Taiwán sigue siendo incierta, su cadena de suministro, mercado e incluso futuros rendimientos de inversión podrían verse afectados. Para un empresario como Musk, reducir riesgos es lo esencial. Así, se ha inclinado a apoyar el principio de 'una sola China', pidiendo a los proveedores que 'escojan la mejor salida', lo cual es, sin duda, una forma de 'mitigación de riesgos'.

Y Trump, tras su reelección, también ha tenido cambios sutiles en las relaciones con Taiwán. Ha declarado que 'Taiwán ha robado el negocio de chips de Estados Unidos', insinuando que si Taiwán busca apoyo de Estados Unidos, debe pagar una 'cuota de protección'. Esta declaración de que 'proteger a Taiwán tiene un costo' deja claro la lógica de la política y los negocios estadounidenses: la ayuda tiene un precio, no se trata de 'hermandad'. Musk lo entiende mejor: si trasladar las operaciones de Taiwán es un costo de mitigación de riesgos, entonces esta 'alta cuota de protección' es algo que les resulta muy difícil de soportar.

La colaboración entre Musk y Trump es solo un microcosmos de la lucha entre el capital globalizado y la geopolítica. Hoy en día, los capitalistas a menudo tienen una visión más precisa que los políticos, porque se basan en un juicio agudo del mercado, no en 'discusiones vacías' ideológicas. A través de la formación de alianzas por intereses y la transferencia de riesgos, pueden navegar con facilidad en el mercado internacional. Este fenómeno parece revelar una tendencia futura: la combinación de política y capital se ha convertido en una nueva normalidad.