Después de que Estados Unidos emergiera de la Segunda Guerra Mundial como el único poseedor de armas nucleares, muchos se preguntaron por qué no utilizó este poder incomparable para dominar el mundo. A primera vista, puede parecer que Estados Unidos perdió una oportunidad de establecer la supremacía global. Sin embargo, las realidades de tal decisión fueron mucho más complejas de lo que parecen.

La complejidad de la dominación global

La idea de utilizar el poder militar para imponer el gobierno de Estados Unidos en todo el mundo no era tan sencilla como parece. Imponer ese control sobre diversos territorios globales habría implicado enormes desafíos logísticos, económicos y éticos. Gobernar diferentes naciones con culturas, economías y sistemas sociales únicos habría sido una tarea monumental, que habría requerido recursos que irían mucho más allá del poder militar.

El sistema estadounidense, que incluye tecnología agrícola moderna, normas laborales como la jornada laboral de ocho horas y disposiciones de bienestar social como salario mínimo y comidas gratuitas para las personas sin hogar, puede resultar atractivo desde una perspectiva occidental. Sin embargo, su aplicación en todo el mundo, en particular en países con estructuras socioeconómicas diferentes, habría planteado enormes dificultades. La tensión de integrar sociedades muy diferentes bajo un único modelo de gobierno probablemente habría sido insostenible.

Expansión estratégica en lugar de filantrópica

Históricamente, Estados Unidos no ha sido una potencia expansionista territorial impulsada por el altruismo. Por ejemplo, la adquisición de California y Texas a México se basó en beneficios estratégicos, no en la benevolencia. Estos territorios se integraron bien a Estados Unidos y sus economías han mejorado desde entonces lo que eran bajo el dominio mexicano. Este tipo de expansión estratégica funcionó en un ámbito limitado, pero extenderla a nivel mundial habría implicado costos y complejidades increíbles.

La creencia de que Estados Unidos podría haber replicado fácilmente este modelo en todo el mundo, aportando beneficios económicos a todos, simplifica en exceso las realidades de la gobernanza internacional. No todos los territorios se habrían integrado con tanta fluidez como California y Texas, y el potencial de resistencia generalizada, tensiones económicas y dilemas éticos era significativo.

Influencia sobre el control

Si bien la posesión de la bomba atómica le dio a Estados Unidos una ventaja estratégica, las realidades del liderazgo global, la integración económica y la gobernanza ética hicieron que la dominación directa fuera menos factible. En lugar de expandir su territorio, Estados Unidos se ha concentrado tradicionalmente en influir en los asuntos globales mediante la diplomacia, las alianzas y el poder económico. Este enfoque le permitió mantener su posición de liderazgo sin la inmensa carga que supone el control directo sobre territorios extranjeros.

En conclusión, si bien Estados Unidos contaba con los medios para afirmarse como gobernante mundial después de la Segunda Guerra Mundial, las complejidades de tal empresa eran demasiado grandes. La estrategia más conservadora de influencia, en lugar de dominación, se convirtió en el camino preferido.

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