En una tranquila tarde de octubre, el mundo digital de EigenLayer se vio alterado. En el corazón de la red descentralizada, el correo electrónico de un inversor, vinculado a sus transferencias de tokens, fue comprometido silenciosamente. El atacante, moviéndose rápidamente, obtuvo el control de 1,67 millones de tokens EIGEN, una fortuna valorada en 5,55 millones de dólares.

El hacker no perdió el tiempo. En cuestión de horas, se deshizo de los 1,674 millones de EIGEN, lo que provocó que el precio del token cayera un 3,38%.

La venta generó 4,553 millones de USDC y 418,774 ETH, con un promedio de 3,315 dólares cada uno. Los fondos se dividieron entre dos direcciones: 0xa7a1c66168cc0b5fc78721157f513c89697df10d y 0x5905b112393471f7cf3a955dc15a602ec4fc1dc7, ambas cuidadosamente orquestadas para ocultar el rastro. Curiosamente, estos tokens acababan de ser transferidos desde la billetera multifirma de EigenLayer (0x87787389bb2eb2ec8fe4aa6a2e33d671d925a60f) apenas unas horas antes.

Mientras el pánico comenzaba a extenderse por la comunidad, EigenLayer actuó con rapidez.

Los contratos inteligentes del protocolo permanecieron intactos, inmunes a la vulneración. A medida que los fondos robados se canalizaban hacia un intercambio centralizado, algunos fueron congelados, pero el atacante ya había hecho su movimiento.

En esta batalla silenciosa entre la seguridad y la astucia, EigenLayer se mantuvo firme, pero una pequeña grieta en la armadura reveló cuán vulnerables podían ser incluso los ecosistemas digitales más fortificados.

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