Un día, Vasya, un programador común y corriente, escuchó de sus amigos hablar sobre las criptomonedas. Todo el mundo hablaba de bitcoins, ethers y algunos NFT misteriosos, como si este fuera el nuevo camino hacia la riqueza. Vasya, que no quería quedarse atrás, decidió que era hora de sumergirse en este mágico mundo de las monedas digitales.

En primer lugar, abrió Binance, se registró rápidamente y se preguntó qué comprar. El problema era que había más criptomonedas en la plataforma que letras en su diploma. "Bueno, iré a la antigua usanza: ¡Bitcoin!" - pensó Vasya. Pero luego su atención fue atraída por cierta moneda con una linda cara de perro: Dogecoin. "¿Por qué no? ¡Si Musk ha invertido, entonces es el momento para mí también!

Vasily compró Dogecoin con todos sus ahorros y empezó a esperar. Los primeros días el precio subió y Vasya estaba en el séptimo cielo. Ya ha empezado a planear la compra de una isla en el Océano Pacífico, un yate y, por supuesto, un Ferrari rojo. Pero al tercer día, Dogecoin comenzó a caer repentinamente. Vasya intentó entender lo que estaba pasando: leyó las noticias, siguió los tweets de Elon Musk, pero todo resultó en vano.

Una semana después, a Vasya le quedaban exactamente 5 Dogecoin en su cuenta, que era incluso menos que cuando empezó. Presa del pánico, vendió las monedas y decidió no volver a tratar con criptomonedas nunca más. Pero un par de días después, su despertador se despertó con la noticia: Dogecoin se disparó un 300%. Vasya, mirando la pantalla, susurró en voz baja: "Bueno, dije que no lo volvería a hacer".

¿Moraleja de la historia? En las criptomonedas, como en la vida, lo principal es el sentido del humor y la capacidad de detenerse en el tiempo, incluso si solo te quedan 5 Dogecoins en tu cuenta.

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