La empresa suiza de tecnología FinalSpark ha presentado un programa que ofrece a los científicos acceso a "biocomputadoras" compuestas por células cerebrales humanas. Estas biocomputadoras están hechas de grupos de células cerebrales cultivadas en laboratorio conocidas como organoides.
El concepto de IA que vive temporalmente
FinalSpark afirma que sus biocomputadoras, u organoides, tienen una “vida útil” de hasta 100 días. Esta ventana operativa relativamente corta significa que los sistemas de IA entrenados en estos organoides pueden necesitar ser transferidos periódicamente a nuevos grupos o enfrentar la degradación.
El entrenamiento de estos organoides implica dos métodos: recompensas positivas de dopamina y estimulación eléctrica negativa. Estos métodos ayudan a los organoides a formar nuevas vías de aprendizaje, más parecidas a las que parece aprender un cerebro humano vivo. Hasta ahora, estos organoides están siendo observados las 24 horas del día para observar su comportamiento y encontrar mejores formas de hacer que funcionen como se les indica.
Las universidades aprovechan la oportunidad para investigar nuevos organoides
Unas 34 universidades han solicitado utilizar los nuevos “bioordenadores” de FinalSpark. Sin embargo, la empresa sólo ha accedido a las solicitudes de 9 instituciones, entre ellas la Universidad de Michigan, la Universidad Libre de Berlín y la Universidad de Lancaster en Alemania.
La Universidad de Michigan ha dicho que priorizará su investigación sobre los estímulos eléctricos y químicos necesarios para alterar la actividad de los organoides y se basará en el desarrollo de un lenguaje informático específico para ellos. Mientras tanto, los científicos de la Universidad Lancaster de Leipzig (Alemania) están tratando de adaptar los organoides a diferentes modelos de aprendizaje de IA, lo que les permitirá funcionar a mayor escala y posiblemente ganar terreno frente a los sistemas de IA basados en silicio.
Los bioordenadores de FinalSpark podrían tener ya cierta competencia
La empresa sueca ha ampliado su planta de plataformas neurológicas, que ahora es capaz de producir entre 2.000 y 3.000 biocomputadoras. Sin embargo, es posible que no sea la única empresa que produzca "biocomputadoras" durante mucho tiempo.
Ángel Goñi-Moreno, investigador del Centro Nacional de Biotecnología de España, explicó que está trabajando en nuevos ordenadores celulares capaces de responder a estímulos ambientales. Estos ordenadores podrían facilitar la biorremediación y la restauración de ecosistemas dañados, un fenómeno al que llamó “supremacía celular”.
Además, Andrew Adamatzky, de la Universidad del Oeste de Inglaterra, centra su trabajo en los hongos, que muestran propiedades eléctricas similares a las de las neuronas. Espera utilizarlos en un sistema informático fúngico similar al cerebro. Andrew dijo que ya ha entrenado con éxito redes fúngicas para ayudar a los sistemas informáticos a realizar ciertas funciones matemáticas. Andrew espera ampliar su investigación y hacer que su sistema de hongos sea capaz de aprender y usarse para la computación de reservorios y patrones.