TLDR

  • Los moderadores de contenidos y anotadores de datos en países africanos como Kenia y Uganda trabajan muchas horas por salarios bajos, a menudo expuestos a contenidos perturbadores.

  • Estos trabajadores desempeñan un papel crucial en la formación de la IA y el mantenimiento de las plataformas de redes sociales, pero enfrentan malas condiciones laborales y estrés psicológico.

  • Muchos trabajadores tienen contratos a corto plazo con poca seguridad laboral y temen perder sus empleos si se quejan de las condiciones.

  • El trabajo es intensamente monitoreado, con estrictos objetivos de productividad y vigilancia de las actividades de los trabajadores.

Detrás de la elegante fachada de la inteligencia artificial y las plataformas de redes sociales se esconde una fuerza laboral oculta de moderadores de contenido y anotadores de datos, muchos de ellos radicados en países africanos, que soportan condiciones agotadoras por bajos salarios.

Estos trabajadores, esenciales para el funcionamiento de los sistemas de inteligencia artificial y las plataformas de redes sociales, enfrentan largas horas de trabajo, estrés psicológico e inseguridad laboral mientras procesan contenido perturbador y etiquetan datos para algunas de las empresas tecnológicas más grandes del mundo.

En centros de subcontratación en Kenia y Uganda, trabajadores como Mercy y Anita pasan sus días revisando publicaciones en las redes sociales para eliminar contenido tóxico o etiquetar datos para entrenar algoritmos de inteligencia artificial.

Se espera que Mercy, moderadora de contenido de Meta en Nairobi, procese un “boleto” cada 55 segundos durante su turno de 10 horas. Esto a menudo implica ver imágenes y vídeos perturbadores, que incluyen violencia gráfica y contenido sexual.

"Lo más inquietante no fue sólo la violencia", informó un moderador, "fue el contenido sexualmente explícito e inquietante".

Los trabajadores de estos centros de moderación están continuamente expuestos a material gráfico, incluidos suicidios, torturas y violaciones, y tienen poco tiempo para procesar lo que están presenciando. Se espera que manejen entre 500 y 1.000 multas por día, lo que genera una tensión psicológica grave.

Anita, que trabaja para una empresa de subcontratación de procesos empresariales (BPO) en Gulu, Uganda, pasa horas revisando imágenes de conductores de una empresa de vehículos autónomos.

Su tarea es identificar posibles fallos de concentración o signos de somnolencia, ayudando a desarrollar un "sistema de seguimiento del comportamiento en cabina". Por este trabajo intenso y estresante, los anotadores de datos como Anita ganan aproximadamente 1,16 dólares por hora.

Las condiciones de trabajo en estas instalaciones son opresivas. Cada aspecto de la vida de los trabajadores es monitoreado de cerca, desde escáneres biométricos en la entrada hasta una amplia cobertura de CCTV.

La productividad se controla mediante un software de seguimiento de la eficiencia y se tiene en cuenta cada segundo de su turno. Los trabajadores reportan una combinación de aburrimiento total y ansiedad asfixiante, realizando tareas repetitivas a gran velocidad bajo vigilancia constante.

La seguridad laboral es mínima y muchos trabajadores tienen contratos a corto plazo que pueden rescindirse en cualquier momento. Esta precariedad conduce a una cultura del miedo, en la que los trabajadores tienen miedo de expresar sus preocupaciones o exigir mejores condiciones.

“La mayoría de nosotros estamos dañados psicológicamente, algunos han intentado suicidarse... algunos de nuestros cónyuges nos han abandonado y no podemos recuperarlos”, comentó un moderador.

La dependencia de la industria tecnológica de esta fuerza laboral es significativa. Aproximadamente el 80% del tiempo dedicado al entrenamiento de la IA consiste en anotar conjuntos de datos.

El mercado global de anotación de datos se estimó en 2.220 millones de dólares en 2022 y se espera que crezca a más de 17.000 millones de dólares en 2030. Sin embargo, la realidad de este trabajo humano a menudo es oscurecida por las empresas tecnológicas, que presentan una visión de máquinas autónomas en lugar de reconocerlas. el agotador trabajo que implica.

Esta explotación tiene sus raíces en las desigualdades económicas globales. Los países del sur global, con altas tasas de desempleo y grandes sectores laborales informales, proporcionan una fuerza laboral vulnerable a la que se le pueden pagar salarios más bajos y es menos probable que exija mejores condiciones.

La subcontratación de este trabajo no está impulsada por el deseo de brindar oportunidades económicas, sino por la búsqueda de una fuerza laboral más disciplinada y costos más bajos.

Las historias de trabajadores como Mercy y Anita resaltan el costo humano de nuestras vidas digitales. Cada vez que utilizamos un motor de búsqueda, interactuamos con un chatbot o navegamos por las redes sociales, participamos en una red global que depende del trabajo de estos trabajadores ocultos.

Como consumidores y usuarios de productos y plataformas de redes sociales impulsados ​​por IA, tenemos la responsabilidad de exigir transparencia y mejores condiciones para estos trabajadores esenciales.

La revolución de la IA no se trata sólo de avances tecnológicos; también se trata de los seres humanos que lo impulsan detrás de escena, a menudo a un gran costo personal.

La publicación Trabajadores africanos: la fuerza invisible detrás de la inteligencia artificial y la moderación de las redes sociales apareció por primera vez en Blockonomi.