Imagínese cómo un joven estudiante de Noruega, Christopher Koch, se encuentra en un laberinto virtual de Internet, donde en uno de sus rincones parpadea una luz misteriosa: información sobre el nuevo y valiente mundo de la moneda digital llamada Bitcoin. Impulsado por una feroz pasión por aprender el arte de las finanzas, Christopher decide invertir sus modestos 25 dólares en 5.000 monedas de esta moneda y dejarlas en paz durante cuatro años, como granos en la arena, esperando un milagro. ¡Y he aquí que ocurre un milagro! Cuando de repente regresa a este mundo, Bitcoin, como las estrellas en el cielo nocturno, duplica su valor una y otra vez, convirtiendo una modesta inversión inicial en una fuente de 800.000 dólares, iluminando el camino de Christopher con una luz interminable de riqueza.

Mientras tanto, en otro rincón del mundo, James Howells, como un héroe de cuento de hadas, se encuentra en una habitación oscura donde se encuentra su viejo disco, del que de repente brillan 7.500 bitcoins como un tesoro en el valle de los dragones. Pero, por desgracia, la llave del tesoro se ha perdido, y el disco está ahora escondido en las profundidades de la tierra, bajo una capa de tiempo y olvido. Estas dos historias, como pequeñas estrellas de arena en la orilla del océano, reflejan los grandes viajes y vicisitudes del mundo de las criptomonedas, donde cada paso puede ser un giro mágico u oscuro en el camino hacia la riqueza y la aventura.

Estas son solo dos de las muchas historias que se desarrollan en el teatro de las criptomonedas. Algunos estudiantes convierten sus días de estudio en viajes para ganar millones, otros se pierden en el laberinto de la búsqueda de dinero fácil y algunos simplemente pierden las llaves de sus tesoros y no logran abrir las puertas de su riqueza. Las criptomonedas no solo son instrumentos financieros, sino también tramas de emocionantes historias sobre aventuras, descubrimientos y pérdidas que hacen que nuestro mundo sea más misterioso y fascinante.

Así se veía Nueva York en septiembre de 2008: de un edificio en el centro de Manhattan, uno tras otro, salían personas con trajes caros y cajas en las manos. Estas personas fueron despedidas del banco más grande del mundo, L Brothers, y hasta ahora nadie sabe que estos despidos desencadenarán la crisis económica más profunda del planeta desde la Gran Depresión. La caída de la producción, el aumento del desempleo, la desaparición de los préstamos fáciles: todos estos signos indican que el colapso puede afectarnos también a nosotros. Casi nadie pensaba que más de 2 millones de personas sólo en los Estados Unidos perderían su trabajo. La crisis se extendería a otros países estrechamente vinculados a la economía estadounidense y los fondos de pensiones de todo el mundo perderían billones de dólares.

Imaginemos un mundo en el que el dinero no lo imprima el Estado, sino que lo forjen magistralmente los participantes en un nuevo juego llamado blockchain. En 2008, una persona anónima bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto desafió las reglas establecidas al lanzar al mundo su creación: Bitcoin, una moneda digital en la que no hay lugar para la dependencia bancaria ni el control gubernamental. Se trata de algo increíble, en el que cada operación es una pequeña obra maestra de criptografía, capturada en la blockchain.

Veamos cómo funciona: un participante transfiere 10 monedas a otro y, al cabo de un tiempo, le devuelve cinco monedas. Pero no hay lugar para el fraude ni para el olvido, porque cada operación está encriptada y vinculada inextricablemente a los bloques anteriores. Es como un juego de cifras en el que un error destruye todo el laberinto.

Cada bloque de la cadena de bloques no es solo un registro, sino una búsqueda en la que para crear un nuevo bloque es necesario encontrar el hash correcto, que consta de mil caracteres. Los mineros son cazadores de tesoros inusuales que resuelven complejos problemas computacionales para descubrir ese hash y ganar su Bitcoin. Y cuanto más difícil sea la tarea, mayor será el placer y la recompensa, como en el juego más emocionante. Así surgió la moneda digital, que se convirtió en un símbolo de la revolución financiera y una nueva era de independencia. El 3 de enero de 2009, Satoshi Nakamoto escribió su nombre en la historia al crear el primer bloque en la cadena de bloques de Bitcoin. En este bloque, como en la misteriosa letra del tiempo, no había transacciones financieras. En cambio, contenía solo una frase que llamó la atención del mundo: "El Canciller está al borde de un segundo rescate bancario". Esta frase, que se convirtió en el titular del periódico británico Times, reflejaba la profunda crisis financiera que se apoderaba del mundo.

Unos días después, el 12 de enero, Satoshi realizó la primera transacción real en el bloque 170, enviando 10 bitcoins al programador Hal Finney. Con cada nuevo bloque, más y más personas aprendieron sobre Bitcoin, se unieron al proceso y se convirtieron en parte de esta tecnología revolucionaria. Es difícil de creer, pero en los primeros tiempos Bitcoin valía menos de un centavo y se usaba más como una tecnología experimental que como un medio de intercambio. Sin embargo, con el paso del tiempo y la difusión del conocimiento sobre él, Bitcoin comenzó a ganar cada vez más fama y valor, pasando de ser un experimento a una revolución en el mundo de las finanzas. Bitcoin es una forma única de riqueza digital donde la propiedad es completamente tuya. No se requieren bancos ni intermediarios para transferirla. Todo lo que necesitas hacer es saber la dirección de la billetera del destinatario, y puedes realizar la transacción de acciones directamente. Es importante recordar que la única forma de perder tus fondos es revelar la clave de tu billetera a los estafadores.

Bitcoin también es único porque tiene reglas de minería estrictas. Solo se crearán 21 millones de monedas y cada 210.000 bloques la recompensa por encontrar el hash de un nuevo bloque se reduce a la mitad. Esto significa que si en 2009 un minero recibía 50 bitcoins por bloque, hoy esta cifra se ha reducido a poco más de tres. A pesar de la disminución de las recompensas, el número de mineros está creciendo y ahora se utilizan enormes granjas que cubren miles de metros cuadrados para minar Bitcoin. Esta competencia no tiene un impacto significativo en la velocidad de minería y es gracias a este mecanismo que Bitcoin se ha convertido en conocido como "oro digital".

A diferencia del dinero fiduciario, que está sujeto a inflación debido a la impresión constante de nuevos, el valor de Bitcoin no se deprecia. Esto lo hace atractivo para muchos porque proporciona un medio de intercambio estable y confiable en lugar de solo billetes de papel en una billetera.

La gente creía sinceramente que la nueva tecnología blockchain y, en particular, Bitcoin les daría un control total sobre sus propias finanzas. Con cada nuevo minero, Bitcoin ganaba más confianza. Sin embargo, su limitado rendimiento (apenas siete transacciones por segundo, mientras que el de Visa era de 24.000 por segundo) se convirtió en un cuello de botella. Esta lentitud, aunque aseguró la estabilidad de Bitcoin, impidió su uso masivo.

A medida que la tecnología blockchain se fue entendiendo y difundiendo, miles de programadores comenzaron a buscar formas de mejorar Bitcoin. En 2011, un ex empleado de Google creó una criptomoneda que era ocho veces más rápida, más fácil de minar y más barata de negociar: Litecoin, el equivalente digital de Bitcoin en oro y plata.

Sin embargo, Litecoin no era la única alternativa. En 2012 apareció la criptomoneda Ripple, capaz de transferir el dinero de los clientes en unos segundos y casi gratis, lo que suponía una diferencia con el sistema tradicional de transferencia bancaria Swift. Cada año aparecían más y más monedas y proyectos nuevos que ofrecían diversas soluciones y mejoras en el mundo de las criptomonedas. Vitalik Buterin realmente revolucionó el mundo de las criptomonedas. Se preguntó: ¿Qué pasaría si aprovecháramos la nueva tecnología que ofrece Bitcoin y resolviéramos uno de los problemas clave de la economía: el problema de la confianza? En 2015, lanzó el proyecto Ethereum, que propuso el concepto de contratos inteligentes. Así es como funcionan:

Imagina que quieres comprar un apartamento. Para protegerte, vas al banco y abres una carta de crédito. Depositas dinero en esta cuenta, que el vendedor recibirá solo después de firmar el contrato de compraventa. Todo el proceso está controlado por el banco, que se lleva una comisión por ello. El contrato inteligente de Ethereum elimina al banco de esta transacción. El propio sistema verifica los términos del contrato y, si se cumplen, transfiere automáticamente el dinero de tu billetera a la billetera del vendedor. Esto sucede de manera rápida, económica y confiable, sin intermediarios ni comisiones innecesarias. Ethereum realmente ha facilitado la creación de tus propias criptomonedas. Anteriormente, tenías que desarrollar tu propia cadena de bloques para hacer esto, pero ahora, gracias a Ethereum, se ha vuelto mucho más fácil. Ethereum puede considerarse el lenguaje de programación del mundo de las criptomonedas porque te permite crear nuevas monedas y tokens de manera fácil y rápida.

Como resultado de la aparición de Ethereum en 2017, se produjo un fenómeno masivo: las ICO (Ofertas Iniciales de Monedas), cuando las empresas emergentes emitieron sus monedas y tokens para recaudar capital. Esto permitió que cualquier empresa emergente atrajera financiación sin restricciones especiales ni control por parte del estado. La industria de las criptomonedas comenzó a parecerse a la era dorada de Internet a finales de los años 90, cuando todo el mundo comprendió que el futuro pertenecía a Internet y las empresas de Internet crecieron rápidamente, como los hongos después de la lluvia.

La esencia de una ICO es que las startups inventan su propio proyecto, emiten una moneda para este proyecto y prometen a los inversores un gran aumento en el precio de esta moneda (por ejemplo, un 1000%). Luego recaudan fondos vendiendo sus monedas a los inversores. De hecho, las criptomonedas y las tecnologías blockchain crean dos mundos paralelos. Un mundo es el dinero público, que está respaldado y controlado por el gobierno. Otro mundo es el dinero privado, que funciona sobre la base de acuerdos y tecnologías entre los participantes del sistema, lo que proporciona un mayor grado de autonomía.

Los gobiernos se encuentran en una situación difícil al intentar situarse en ambos lados del espectro político. No prohíben las criptomonedas, pues ven el potencial de futuro que ofrece la tecnología blockchain, pero al mismo tiempo no las reconocen como dinero oficial, ya que esto amenaza los cimientos de la economía estatal. Muchos países han comenzado a desarrollar sus propias criptomonedas nacionales basadas en blockchain, conocidas como monedas digitales de los bancos centrales. Estas monedas prometen mayores niveles de transparencia y seguridad, ya que cada transacción puede rastrearse y los contratos inteligentes proporcionan transferencias de fondos más confiables.

Este proceso conduce a un mayor control gubernamental sobre las transacciones financieras, pero también brinda a los ciudadanos más comodidad y protección. La descentralización, que originalmente era una de las principales características de las criptomonedas, ahora se está convirtiendo en una herramienta para la regulación gubernamental.

Lo que quiero decir es que las criptomonedas no son sólo un medio de pago de nicho o una inversión arriesgada, sino que representan una nueva forma de relaciones financieras que ya se está introduciendo activamente en la vida cotidiana. Estamos presenciando un cambio histórico en el sector financiero, en el que el dinero digital se está convirtiendo en una parte integral de nuestra vida cotidiana, al igual que Internet se convirtió en una parte integral de nuestras vidas en el pasado.

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