En una era en la que la desigualdad económica ha alcanzado niveles sin precedentes, la división entre la inmensa riqueza y la pobreza abyecta continúa creciendo hasta alcanzar proporciones asombrosas. Esta disparidad se pone de relieve por la importante riqueza acumulada por los diez estadounidenses más ricos en comparación con la de más de 100 de los países más pobres del mundo.

En particular, los datos adquiridos y calculados por Finbold indican que, en junio de 2023, las diez personas más ricas de Estados Unidos poseen colectivamente un patrimonio neto de 1,005 billones de dólares. Esta cantidad ha superado en 7.600 millones de dólares el Producto Interno Bruto (PIB) combinado de los 106 países más pobres, que asciende a 998.200 millones de dólares.

Desglosando la riqueza de los individuos, Elon Musk, el director ejecutivo de Tesla (NASDAQ: TSLA), ocupa la primera posición con una fortuna valorada en 180 mil millones de dólares. Le sigue de cerca Jeff Bezos, fundador y ex director ejecutivo de Amazon (NASDAQ: AMZN), con un patrimonio neto de 114 mil millones de dólares, mientras que Larry Ellison de Oracle (NYSE: ORCL) ocupa el tercer lugar con 107 mil millones de dólares. Warren Buffett y Bill Gates ocupan la cuarta y quinta posición, respectivamente, con una riqueza que asciende a 106.000 millones de dólares y 104.000 millones de dólares.

El impacto de la disparidad de riqueza

Las estadísticas de disparidad de riqueza pintan un cuadro vívido de una economía global desequilibrada que ha suscitado preguntas sobre las consecuencias e implicaciones de una división tan inmensa. No se puede subestimar la magnitud de esta discrepancia de riqueza. Los individuos más importantes poseen recursos e influencia económica en una escala que potencialmente puede moldear el curso de las economías e influir en los paisajes políticos. Las vastas fortunas amasadas por esta élite plantean preocupaciones sobre la concentración de poder y su impacto en los sistemas socioeconómicos.

Si bien la acumulación de riqueza no es inherentemente negativa, el abismo entre los más ricos y los más pobres es sintomático de problemas estructurales más amplios dentro de las sociedades y la economía global. La falta de movilidad económica y el acceso limitado a la educación, la atención médica y las necesidades básicas para quienes viven en países empobrecidos exacerban aún más este desequilibrio.

De hecho, los estadounidenses más ricos han acumulado riqueza en una fase de dificultades económicas globales caracterizadas por una inflación histórica y un aumento de los precios de la energía y los alimentos. En particular, la mayoría de los multimillonarios se concentran en el espacio tecnológico, que recibió un impulso por la crisis sanitaria. Por ejemplo, el ascenso de Musk a la cima de la lista de ricos fue provocado por el crecimiento de las acciones de Tesla en medio de la pandemia sanitaria.

Factores de la división de la riqueza

En medio del crecimiento exponencial de las fortunas de los multimillonarios y las crecientes ganancias de las corporaciones, las naciones empobrecidas están lidiando con las graves repercusiones de una inflación galopante. Los multimillonarios no sólo han prosperado sino que también se han aprovechado de un supuesto sistema tributario regresivo, donde las personas más ricas de Estados Unidos han enfrentado acusaciones de pagar impuestos más bajos debido a políticas gubernamentales que favorecen predominantemente a los ricos.

En varias regiones del mundo, el progreso de los países empobrecidos sigue obstaculizado por una multitud de factores, incluida la plaga generalizada del desempleo. La mayoría de la fuerza laboral está atrincherada en el sector informal, caracterizado por salarios exiguos, condiciones laborales desfavorables y falta de salvaguardias sociales.

En consecuencia, los trabajadores enfrentan inmensas dificultades para ahorrar e invertir en educación o en pequeñas empresas, por lo que experimentan una movilidad económica limitada. La fuente de riqueza juega un papel fundamental para comprender esta brecha, ya que el grupo más rico acumula sus fortunas a través de activos de los mercados financieros y capital empresarial.

A pesar de las amenazas potenciales a su riqueza que plantean los factores macroeconómicos prevalecientes, es probable que cualquier medida de recuperación implementada favorezca a los ricos. Además, la falta de propiedad de capital de los empobrecidos, particularmente en acciones, aclara por qué su riqueza constituye una porción significativa del PIB en estos países.

La disparidad también es visible en Estados Unidos. En esta línea, un informe anterior de Finbold de 2021, reveló que el 10% de los más ricos de Estados Unidos posee el 69% de toda la riqueza de los hogares del país.

Resolviendo la división

En general, el contraste entre las personas más ricas de Estados Unidos y el PIB de las naciones empobrecidas tiene implicaciones de largo alcance. Redirigir la riqueza acumulada por los estadounidenses más ricos hacia cuestiones globales como la pobreza, la atención sanitaria, la educación y el desarrollo sostenible podría generar cambios positivos sustanciales, y diferentes organizaciones de lobby presionan por un enfoque similar.

Además, la concentración de la riqueza genera preocupaciones sobre las políticas fiscales y la distribución equitativa de los recursos. Los crecientes llamados a favor de una tributación progresiva y una redistribución de la riqueza reflejan la lucha de las sociedades contra la injusticia inherente del sistema actual. Los críticos argumentan que la riqueza concentrada obstaculiza el crecimiento económico, perpetúa las desigualdades sociales y socava las sociedades democráticas.

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