Profecía de hace diez años: De Bitcoin a PEPE, la vida “brillante” que me perdí

Hace diez años, cuando mi amigo me mencionó Bitcoin por primera vez, lo negué. En ese momento, estaba lleno de dudas sobre esta moneda virtual aparentemente ilusoria. En 2016, cuando Ethereum estaba ganando impulso, me lo recomendó nuevamente, pero aun así decidí esperar y ver. En 2019 nació SHIB. Me dijo con entusiasmo que esta era la próxima tendencia, pero yo me burlé. En 2022, CCDS se ha convertido en el nuevo favorito: cree firmemente que cambiará el mundo, pero lo descarto. El año pasado, me presentó con entusiasmo PEPE, afirmando que sería un mito de riqueza sin precedentes, pero negué con la cabeza con firmeza.

Ahora, mirando hacia atrás, he perdido una oportunidad tras otra de hacerme rico. Cada vez que veo noticias sobre personas que se hicieron ricas de la noche a la mañana invirtiendo en criptomonedas, pienso en ese amigo mío. Siempre parece ser capaz de captar con precisión el pulso del mercado y estar en la cúspide de la tormenta una y otra vez.

Sin embargo, lo inesperado es que esos amigos que alguna vez ganaron mucho dinero invirtiendo en monedas virtuales ahora estén viviendo una vida que no envidio. Conducen decenas de millones de dólares en coches de lujo, acompañan a mujeres hermosas y viajan por todo el mundo, aparentemente disfrutando de paisajes infinitos. Pero en mi opinión, este tipo de vida carece de significado y valor reales.

Sí, lo admito, alguna vez anhelé ese tipo de vida. Pero a medida que pasa el tiempo, poco a poco entiendo que el dinero no es el único criterio para medir la calidad de vida. Comencé a buscar la paz interior y la satisfacción, enfocándome en la compañía de la familia, la amistad y el amor.

Hoy, aunque no tengo los autos de lujo y las mujeres hermosas de esos amigos, tengo una familia cálida, un grupo de amigos cercanos y un trabajo que amo. Trabajo duro todos los días para perseguir mis sueños y crear una vida mejor para mi familia. Sé que esta es la vida que realmente quiero.

Entonces, cuando mi amigo volvió a recomendarme nuevas oportunidades de inversión, sonreí y negué con la cabeza. Sé que esas llamadas vidas "brillantes" no son adecuadas para mí. Prefiero vivir una vida normal y plena que perderme por dinero. Porque en mi corazón la verdadera felicidad no se puede medir con dinero.