Permíteme ser franco: vivimos en tiempos complicados, no por falta de soluciones, sino por una crisis de confianza. En este entorno, la tecnología blockchain surge como un faro de esperanza. Reflexiona un momento: la mayoría de las estructuras sociales y económicas se han erigido sobre la desconfianza inherente entre las personas. Ya sea en contratos laborales, entidades gubernamentales o acuerdos comerciales, buscamos la certeza de que se cumplirá lo prometido. Esta desconfianza nos lleva a actuar desde el temor a ser traicionados, a que nuestros esfuerzos sean en vano.

En un extremo del espectro, algunos argumentan que la tecnología y el progreso nos deshumanizan, que deberíamos regresar a un estado más puro, donde la confianza mutua sea suficiente y la tecnología y los contratos sean innecesarios. En el otro extremo, se encuentra la creencia de que el deseo de poder es inherente al ser humano, que las guerras y desigualdades son el resultado de nuestra lucha por la supremacía y que necesitamos estructuras que nos protejan de nosotros mismos.

Yo veo la realidad como una combinación de ambas perspectivas. Es esencial que evolucionemos emocional, mental, física y espiritualmente y que fomentemos la confianza entre nosotros. Pero también es crucial contar con herramientas que nos proporcionen seguridad