Siendo un criptoinversor, las emociones son como montañas rusas en un océano turbulento. En una ola sientes un aumento de confianza, cuando el precio de tus activos sube rápidamente, y cada día es como una celebración. Piensas que posees superpoderes, y el mundo de las criptomonedas se convierte en tu arena de juego personal. En esos momentos, todo parece posible, y la codicia te empuja a nuevas apuestas.

Pero luego llega el momento en que el mercado cae drásticamente, y el corazón se detiene. Estás frente a la pantalla, observando la caída, intentando encontrar palabras para tu propia justificación. En esos momentos, el miedo, la duda y la ira te desbordan. Comienzas a preguntarte: “¿Por qué no vendí antes?” o “¿Y si este es el final?”.

Cada gran operación, cada salto de precios, es como una montaña rusa emocional. El momento de suerte a veces trae euforia, pero tan rápido llega el shock de las pérdidas. Y en este caos aparece una importante realización: en las criptomonedas, como en la vida, la victoria no es tanto el resultado, sino la habilidad de mantener la calma en medio de la tormenta.