En la actualidad, muchas personas son ambiciosas, y el deseo en su interior parece un pozo sin fondo, difícil de llenar, y esto se convierte precisamente en un terreno fértil para las preocupaciones. Uno debe aprender a ser agradecido y estar satisfecho, controlando el deseo excesivo, y continuar desechando aquellas cosas que no son necesarias, ya que muchas cosas solo se revelan como inútiles una vez que las tenemos, y al final solo pueden ser desechadas. La vida solo puede ser tranquila y fluida a través de la satisfacción.

Como dice un clásico de la cultura nacional: “La codicia es como el fuego; si no se detiene, se convierte en un incendio forestal; el deseo es como el agua; si no se frena, se convierte en un diluvio.” El profundo significado aquí es que el mayor peligro en la vida radica en la insaciable codicia, quedando atrapado en el pantano del deseo y sin poder liberarse, siempre sintiendo que lo que se tiene es insuficiente y difícil de satisfacer; mientras que el estado más virtuoso de la vida es entender que la satisfacción trae alegría constante. Poder mantenerse firme en medio de la corriente de deseos materiales, reflexionar sobre lo que se tiene, y no envidiar lo que otros buscan, es la única manera de encontrar el verdadero sabor de la vida en la satisfacción, abrazar la paz y la tranquilidad, proteger el alma de las perturbaciones y disfrutar plenamente de la alegría del tiempo.