Ucrania es un país de increíbles oportunidades. Aquí todos pueden convertirse en cualquiera: desde un contribuyente honesto hasta... un millonario en el servicio público. Y todo esto es gracias a un ecosistema único, que popularmente se llama "cleptocracia".

¿Dónde empezó todo?

Cuando la Unión Soviética colapsó, Ucrania recibió no sólo la independencia, sino también un enorme legado: fábricas, tierras, un sistema de transporte de gas. ¿Y qué hacer con todo esto? Así es, ¡privatice! Pero no así, sino según el esquema de "las tuyas, todas, las demás, reformas".

En los años 90, los oligarcas empezaron a crecer como hongos después de la lluvia. Se compraron empresas estratégicas por unos centavos y se utilizó al Estado como cartera. Curiosamente, la mayoría de ellos todavía se encuentran en la "cúspide de la sociedad". Aprendieron a mantener el equilibrio: robar un poco, invertir un poco y estar siempre más cerca de las autoridades.

Mezhyhirya como símbolo

¿Recuerda la residencia de Viktor Yanukovich? Este no es sólo un palacio lujoso, sino un verdadero museo de la cleptocracia ucraniana. Una lámpara de araña de cristal valorada en millones, un pan dorado y patos con comida especial: así era "la vida de una manera nueva" al estilo de los funcionarios de esa época.

Pero Yanukovich es sólo uno de los ejemplos. Sus "colegas" trabajaron de forma mucho más sutil. Por ejemplo, mediante licitaciones estatales o "propios" en la aduana. O a la vieja usanza: aceptar sobornos para que "todo esté tranquilo".

¿Dónde está el dinero?

Los cleptócratas ucranianos aman el offshore. Panamá, las Islas Vírgenes Británicas y Chipre son verdaderas "cajas fuertes" de nuestras élites políticas. Mientras que la gente corriente paga los servicios públicos, los "servidores del pueblo" compran yates y apartamentos en la Costa Azul.

Uno de los esquemas favoritos es la "gran construcción". Alguien realmente está construyendo carreteras y alguien está construyendo nuevas propiedades en Konchi-Zaspa. Y lo más interesante: cada nuevo gobierno promete que "los ladrones responderán ante la ley". Pero, como muestra la práctica, sólo aquellos que no han compartido tienen que responder algo.

¿Qué sigue?

Los ucranianos son un pueblo asombroso. Saben que el Estado trabaja en su contra, pero siguen trabajando, pagando impuestos y luchando por la libertad. ¿Y los funcionarios? Cambian, pero el sistema sigue siendo el mismo.

¿Se puede superar la cleptocracia? Tal vez. Pero para ello es necesario cambiar no sólo a las personas en el poder, sino también la cultura misma del "nepotismo" y los "sobornos".

Por ahora vivimos en un país donde cada nuevo funcionario cree sinceramente: "¡Bueno, estoy robando para el pueblo!". Y sólo el pueblo ya no les cree.

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