La protección de la ley laboral en los países occidentales no surge de la conciencia de los capitalistas, sino que es el resultado de lecciones históricas. En el pasado, las crisis económicas y los disturbios sociales provocados por la explotación laboral hicieron que los capitalistas se dieran cuenta de que los trabajadores no solo son productores, sino también consumidores. Por lo tanto, aumentar los ingresos de los trabajadores para estimular la capacidad de consumo, promover la circulación monetaria y expandir la reproducción, formó un ciclo virtuoso. Este entendimiento es el correcto pensamiento que los capitalistas deberían tener.
Por el contrario, aquellos que ocultan las ganancias y disfrutan ver cómo se amplía la brecha entre ricos y pobres, tienen un pensamiento muy diferente al anterior. A través de la explotación y la competencia interna, reducen los costos de producción y aumentan la competitividad del mercado, pero esta práctica en realidad conduce a la pobreza generalizada y a la disminución del poder adquisitivo de los consumidores. Un modelo económico que depende en exceso de las exportaciones, cuando estas se ven obstaculizadas, puede provocar fácilmente un exceso de capacidad y un desempleo masivo. En esta situación, no importa cómo se estimule el consumo, será difícil que funcione, porque la mayoría de las personas no tienen dinero para consumir.