La audaz retórica del expresidente estadounidense Donald Trump nunca ha dejado de captar la atención, y sus últimos comentarios sobre Canadá no son una excepción. Durante una cena de alto perfil con el primer ministro canadiense Justin Trudeau en Mar-a-Lago, Trump supuestamente propuso una idea sorprendente: si la economía de Canadá colapsa bajo sus aranceles propuestos del 25%, bien podría unirse a los Estados Unidos como su estado número 51. “Si su país no puede sobrevivir sin recibir 100 mil millones de dólares de los Estados Unidos, tal vez sea hora de reconsiderar su independencia”, supuestamente bromeó Trump.
Los aranceles propuestos, destinados a combatir lo que Trump afirma son prácticas comerciales injustas y fallas en la seguridad fronteriza, amenazan con devastar la economía de Canadá, que depende de los EE. UU. para el 75% de sus exportaciones. Los analistas proyectan que estos aranceles podrían reducir el PIB de Canadá en un 2.4% dentro de dos años, potencialmente borrando 1.5 millones de empleos y paralizando industrias como la madera, la fabricación de automóviles y la producción de acero. Trudeau se ha opuesto vehementemente a la medida, advirtiendo que podría tener un efecto contrario al aumentar los precios para los consumidores estadounidenses en productos esenciales como alimentos y materiales de construcción.
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Los comentarios provocativos de Trump no se detuvieron ahí. Sugirió que Trudeau podría mantener su título como primer ministro mientras asumía también el papel de gobernador si Canadá fuera absorbido por los Estados Unidos. Esta oferta hipotética tocó un nervio, desafiando el sentido de soberanía profundamente arraigado de Canadá. Trudeau respondió firmemente, enfatizando el estatus de Canadá como una nación independiente mientras evitaba la retórica inflamatoria. Sin embargo, a puertas cerradas, los líderes canadienses están indudablemente sopesando las posibles consecuencias de un conflicto económico prolongado con su vecino del sur.
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Si se promulgan, estos aranceles tendrían repercusiones mucho más allá de América del Norte. Los economistas advierten que los mercados globales podrían experimentar interrupciones significativas, con el Banco Mundial proyectando una caída del 0.5% en el crecimiento del PIB global. Las industrias de todo el mundo enfrentarían cadenas de suministro desestabilizadas y una recuperación económica lenta. Mientras tanto, Canadá está buscando diversificar sus asociaciones comerciales con Europa y las naciones del Pacífico, aunque los expertos advierten que reducir su dependencia del comercio con EE. UU. tomará años.
Ante el aumento de las tensiones, las apuestas siguen siendo altas para ambas naciones, con implicaciones a largo plazo para la estabilidad económica, el comercio global y las alianzas políticas.