La Reserva Federal se encuentra ante su peor escenario. Los tres principales indicadores de inflación (el índice de precios al consumidor básico, el gasto de consumo personal y el índice de precios al productor) están aumentando juntos por primera vez desde febrero de 2022.
Los datos de ayer confirmaron lo que muchos temían: la inflación no sólo es persistente, sino que está resurgiendo. La pregunta ahora es simple: ¿qué hará la Reserva Federal a continuación?
La inflación básica del PCE, la métrica preferida por la Fed, subió al 2,8% en octubre, frente a su mínimo reciente del 2,6% en julio. Para un banco central que ha pasado casi dos años tratando de llevar la inflación de nuevo a su objetivo del 2%, no son buenas noticias.
Los datos anualizados son aún peores: la inflación básica del PCE mensual se acerca al 4%, mientras que la cifra trimestral vuelve a superar el 2%.
La inflación básica del IPC se situó en el 3,3% en octubre, frente al 3,2% del mes pasado. Se trata del 42.º mes consecutivo en el que el IPC básico se mantiene por encima del 3%. Si eso no es un signo de persistencia, nada lo es.
Desde principios de los años 1990, la inflación no había estado tan arraigada durante tanto tiempo, y la Fed no puede ignorar que se agrave de esta manera.
El aumento de los salarios y los costes de la vivienda añaden más calor
El aumento de los salarios es otro factor que mantiene viva la inflación. Las empresas pagan más por la mano de obra y estos costos inevitablemente terminan trasladándose a los consumidores. Se trata de un patrón claro: salarios más altos significan precios más altos para los bienes y servicios, lo que mantiene viva la inflación.
Los costos de la vivienda son otro de los culpables. A pesar de las predicciones anteriores de un enfriamiento de los alquileres, los costos relacionados con la vivienda aumentaron un 0,4% en octubre. La vivienda es una parte importante de la canasta de inflación y, cuando los alquileres suben, la inflación aumenta con ellos. Esta dinámica ha estado alimentando el fuego incluso mientras otros sectores se enfrían.
Cuando la Reserva Federal comenzó a flexibilizar su política monetaria a principios de este año, los mercados financieros respondieron como si los aumentos de tasas nunca hubieran ocurrido.
Este “giro de la Fed” creó condiciones financieras más laxas, lo que irónicamente ayudó a que la inflación se mantuviera. Ahora que los indicadores de inflación están subiendo, la Fed está entre la espada y la pared.
Un flashback a los años 70
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, no oculta exactamente su preocupación. Recientemente dijo que el banco central no tiene prisa por recortar las tasas, lo que indica una estrategia más cautelosa.
“Estamos observando los datos”, dijo Powell, pero no son precisamente favorables. El desglose de la inflación del PCE presenta un panorama igualmente sombrío. Las cifras anualizadas de un mes, tres meses y seis meses apuntan a una tasa de inflación del 3%. Esta tendencia no respalda ninguna idea de alcanzar el objetivo del 2% de la Fed en un futuro próximo.
La situación tiene paralelos inquietantes con la de los años 1970. En aquel entonces, la inflación cayó del 12% en 1975 al 4% en 1976, para luego dispararse al 15% en 1980. La historia muestra que la inflación suele volver con fuerza si no se la controla con agresividad.
La Reserva Federal lo sabe, pero se enfrenta a una enorme presión para no corregir excesivamente la situación y desencadenar una recesión. Mientras tanto, el índice de precios al productor también muestra una tendencia al alza, lo que es un mal presagio para los precios al consumidor.
El IPC mide lo que los productores pagan por los bienes, y su aumento suele traducirse en un aumento de los precios al consumidor. Es una reacción en cadena que ya está en marcha.
El oro y los mercados responden
Los mercados ya están reaccionando al dilema de la Reserva Federal. El oro, un activo refugio clásico, subió por cuarto día consecutivo y el viernes se cotizó cerca de 2.665 dólares la onza. El debilitamiento del dólar es en parte responsable, ya que hace que el oro sea más barato para los compradores internacionales, pero también se debe a los crecientes temores de inestabilidad económica.
Las tensiones geopolíticas están echando leña al fuego. Las advertencias del presidente ruso, Vladimir Putin, sobre ataques a los “centros de toma de decisiones” ucranianos no han hecho más que aumentar la demanda de activos refugio como el oro. Al mismo tiempo, los mercados de swaps apuestan a que hay un 60% de posibilidades de que la Reserva Federal vuelva a reducir los costes de los préstamos el mes próximo.
Esto podría impulsar aún más al oro, ya que las tasas más bajas hacen que los activos sin rendimiento como el oro sean más atractivos. Pero la debilidad del dólar no se debe solo a cuestiones geopolíticas. También es un reflejo de la disminución de la confianza en la Reserva Federal.
El índice del dólar al contado cayó un 0,2% el viernes y acumula una baja del 1,1% en la semana. Otros metales preciosos como la plata, el platino, el paladio y también los mercados de criptomonedas también están en alza, lo que demuestra que se está extendiendo la incertidumbre.
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