En el abrasador verano de 1965, Singapur emergió como una nación independiente, no con celebraciones jubilosas, sino con un profundo sentido de incertidumbre. Desterrado de Malasia, la pequeña isla se encontró al borde de un colapso potencial. Con una población de solo 2 millones, la mayoría de los cuales vivían en tugurios miserables, Singapur parecía condenado al fracaso. La mayoría de los observadores, incluidos los líderes de Malasia, creían que la nación pronto regresaría arrastrándose y suplicaría por la reunificación.

Pero Lee Kuan Yew no era como la mayoría de los líderes. Donde otros veían desafíos insuperables, él veía una oportunidad para una transformación extraordinaria.

Las probabilidades estaban brutalmente en contra de Singapur. Una isla desierta sin recursos naturales, sin suministro de agua independiente y profundas tensiones raciales amenazaban con desgarrar a la nación naciente. Los países circundantes veían al nuevo estado con sospecha, y las divisiones sociales internas parecían listas para estallar en cualquier momento.

El enfoque de Lee fue tanto pragmático como revolucionario. En lugar de sucumbir a la desesperación, elaboró una estrategia integral de reinvención nacional. Su primer movimiento crítico fue establecer un poderoso ejército, no solo para la defensa, sino como un mensaje claro a los adversarios potenciales. Singapur protegería su soberanía a toda costa.

La educación se convirtió en la piedra angular de la estrategia de transformación de Lee. Al adoptar el inglés como idioma oficial, Singapur se posicionó como un destino atractivo para las corporaciones globales. El sistema educativo fue meticulosamente diseñado para priorizar habilidades tecnológicas y de ingeniería, con maestros recibiendo salarios competitivos y estudiantes prometedores enviados al extranjero para estudios avanzados.

La corrupción era algo que Lee veía como un cáncer nacional. Implementó estrictas medidas anti-corrupción que transformaron la gobernanza de Singapur. La transparencia y la meritocracia se convirtieron en más que simples palabras de moda: se convirtieron en los principios fundamentales del desarrollo nacional.

Quizás la intervención más audaz de Lee fue en la ingeniería social. Reconociendo las divisiones étnicas como una posible fuente de conflicto, implementó una política de vivienda radical. Los tugurios fueron sistemáticamente demolidos y reemplazados por viviendas públicas modernas. Más importante aún, estos desarrollos fueron diseñados para integrar a diferentes grupos étnicos, rompiendo deliberadamente los enclaves raciales y fomentando una identidad nacional unificada.

Económicamente, Lee fue igualmente estratégico. Transformó Singapur en un centro comercial de clase mundial al desarrollar una infraestructura portuaria excepcional y crear un entorno sumamente atractivo para las corporaciones multinacionales. El gobierno cortejó activamente la inversión internacional mientras desarrollaba simultáneamente una fuerza laboral altamente capacitada.

Los resultados fueron nada menos que milagrosos. En solo unas pocas décadas, el PIB per cápita de Singapur se disparó de apenas $1,500 en 1965 a más de $80,000 hoy. Las tasas de alfabetización se dispararon del 50% a un impresionante 95%. La propiedad de vivienda se transformó del 25% a un extraordinario 90%, alterando fundamentalmente el panorama social.

Hoy, Singapur se erige como un ejemplo global de desarrollo nacional exitoso. Se encuentra entre las naciones más prósperas del mundo, con sistemas educativos excepcionales, entornos urbanos inmaculados y una reputación de eficiencia que no tiene igual en la región.

El legado de Lee Kuan Yew es complejo y multifacético. Sus métodos fueron a menudo controvertidos, combinando enfoques autoritarios con un notable pragmatismo. ¿Fue un dictador o un líder visionario? Historiadores y científicos políticos continúan debatiendo esta pregunta matizada.

Lo que sigue siendo incuestionable es la creencia fundamental de Lee: que con una visión clara, un compromiso inquebrantable y un pensamiento estratégico, incluso las naciones más improbables pueden trazar un curso extraordinario. La transformación de Singapur de un estado postcolonial en dificultades a una potencia económica de primer mundo sirve como un plano inspirador para el desarrollo nacional.

Al final, Lee Kuan Yew demostró que las limitaciones son a menudo más psicológicas que reales. Al desafiar la sabiduría convencional y negarse a aceptar las aparentes restricciones, no solo desarrolló un país, sino que reimaginó lo que era posible.

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