La segunda presidencia de Donald Trump, que se espera que comience en 2025, podría tener efectos significativos en la industria energética, con un posible énfasis en los combustibles fósiles y un aumento de la inversión en todo el espectro energético. Sin embargo, el carbón puede permanecer estancado debido a los débiles fundamentos económicos y al acceso limitado al capital. A pesar de la ausencia de incentivos federales, las políticas estatales que promueven la energía renovable, combinadas con la confiabilidad y asequibilidad de las energías renovables, seguirán impulsando la inversión en el sector. Las políticas comerciales, la incertidumbre regulatoria y el riesgo político podrían socavar la confianza de los inversores en Estados Unidos como lugar para invertir en proyectos de energía e infraestructura, mientras que la escasez de personal en las agencias federales podría resultar en demoras en las aprobaciones regulatorias.