En lo que alguna vez fue la tierra de la libre empresa, América ahora se encuentra bajo el dominio de gigantes financieros como BlackRock, Vanguard y State Street. Con asombrosos $30 billones en activos bajo su control e influencia sobre más de 1,600 empresas, la fachada de un "mercado libre" se ha desmoronado, dejando atrás el marco de una dictadura capitalista, no la vibrante economía descentralizada que una vez se imaginó.
Estos titanes financieros no solo invierten, sino que dominan. Su control abrumador abarca cada sector importante, dictando políticas corporativas y decidiendo efectivamente qué CEOs permanecen en el poder. Los derechos de voto pueden parecer democráticos, pero cuando las decisiones son monopolizadas por unos pocos gestores de activos élite, la competencia se convierte en nada más que una ilusión. La llamada rivalidad en los mercados es un mero espectáculo, ocultando una realidad en la que los poderes monopolísticos tiran de todos los hilos.
Su agenda es clara: acumular activos, aplastar la competencia y atar el mercado bajo su dominio. Para los propietarios de pequeñas empresas o emprendedores de startups, las probabilidades de prosperar en un paisaje tan controlado son sombrías cuando los competidores están respaldados por los financiadores más poderosos del mundo. Lo que alguna vez fue un "mercado libre" se ha transformado en un sistema de atrapamiento financiero, donde la innovación lucha bajo el peso del dominio oligárquico.
Y esto no se limita solo a América. La influencia de estos gigantes financieros se extiende por todo el mundo, desde Londres hasta Tokio, de São Paulo a Estambul. Su alcance va más allá de la gestión de la riqueza; moldean políticas, impactan normas sociales e influyen en marcos internacionales. A medida que el capital global se consolida en menos manos, la soberanía nacional se erosiona, convirtiendo a países enteros en meros activos en las carteras de financiadores élite.
¿Sigue siendo América un mercado libre? Para los pocos en la cima, sí: la libertad prospera. Para el resto, sin embargo, es cautiverio económico, donde los ciudadanos comunes y los pequeños inversores son relegados al papel de consumidores pasivos dentro de un sistema diseñado para extraer valor en cada momento. ¿Es esto lo que queremos decir con libertad: un mercado gobernado por señores financieros, donde "libre" no es más que un eco irónico de un ideal perdido?
Los fundadores de los Estados Unidos lucharon contra precisamente este tipo de tiranía financiera. Sin embargo, hoy, el poder ejercido por BlackRock, Vanguard y State Street eclipsa cualquier cosa que el Rey Jorge III pudiera haber imaginado. El sueño del mercado libre ha terminado. Ahora despertamos a un mundo gobernado por la tiranía financiera, y debemos decidir: aceptar este feudalismo moderno o desafiarlo.
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