Odio las guerras.

Los líderes declaran la guerra,

Y hablan con grandeza desde sus podios.

Envían las órdenes, estrechan manos en habitaciones elegantes y duermen profundamente por la noche.

Pero ¿quién paga el precio?

No son ellos. Nunca son ellos.

Son las personas que están en el terreno, aquellas cuyas vidas se destrozan mientras los ejecutivos siguen jugando sus juegos de poder.

Se benefician, adoptan poses, mueven sus piezas de ajedrez.

¡Que se jodan!

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