La mayoría de los votantes estadounidenses no saben lo suficiente sobre su economía como para tomar decisiones basadas en ella. La brecha entre lo que piensan los votantes y lo que saben los economistas es más amplia que nunca.

Donald Trump y Kamala Harris proponen políticas que suenan bien para los votantes, pero que no tienen sentido económico. Y los economistas están desconcertados por el apoyo del público a cualquiera de ellas.

Tomemos como ejemplo la propuesta de Trump de dejar de gravar las propinas de los trabajadores del sector servicios. A los votantes les encanta. Aproximadamente cuatro quintas partes de ellos la apoyan.

Pero el 87% de los economistas encuestados por el Wall Street Journal piensan que es una idea terrible.

Dicen que sólo beneficiaría a un pequeño grupo de trabajadores con bajos salarios, arruinaría el mercado laboral, haría un agujero en el presupuesto y crearía lagunas para hacer trampa.

Aranceles y apoyo a los votantes

Luego está el plan de Trump de imponer aranceles generalizados de hasta el 20% a los bienes importados. Casi la mitad de los votantes apoyan esta medida, pero todos los economistas consultados (el 100%) se oponen.

Saben que los aranceles sólo encarecen las cosas y perjudican a las industrias que dependen de las importaciones.

Steven Kaplan, uno de los economistas, lo explicó de forma sencilla: si se impone un arancel a algo como el acero, se encarece todo lo que utiliza acero.

Y eso hace que esas empresas sean menos competitivas.

La economía, según la Asociación Económica Estadounidense, trata sobre cómo las personas utilizan los recursos, responden a los incentivos y toman decisiones.

Los economistas utilizan datos y modelos para determinar si las políticas nos benefician, pero nada de eso les importa a los votantes, que solo quieren políticas que suenen bien.

Edward Glaeser, un economista, admite que él y sus colegas no han logrado educar a los estadounidenses sobre los principios económicos básicos.

Eric Maskin también culpa a los políticos. Ellos saben más pero siguen impulsando malas políticas para ganar votos.

La especulación con los precios y la realidad económica

Una de las ideas más populares de Kamala es prohibir la especulación con los precios de los alimentos y los productos comestibles. A los votantes les encanta. El margen de apoyo es enorme: 49 puntos porcentuales.

Pero dos tercios de los economistas no están de acuerdo. Sólo el 13% apoya la idea.

¿Por qué? William Nordhaus, un economista ganador del Nobel, dice que la expresión “especulación con los precios” es demasiado vaga para ser útil. Si se intenta regular demasiado los precios, se altera el mercado.

La historia demuestra que cuando los gobiernos intentan controlar los precios, las cosas nunca salen bien. En realidad, unos precios más altos ayudan a equilibrar la oferta y la demanda.

Fomentan una mayor oferta cuando es necesaria y reducen la demanda cuando es demasiado alta. Eso es simplemente economía básica.

Hay algunas políticas en las que los votantes y los economistas están de acuerdo. Por ejemplo, fijar un límite de 35 dólares para el precio de la insulina. Los votantes lo apoyan, y el 64% de los economistas también.

Kenneth Judd dijo que, si bien suele estar en contra de los topes de precios, la insulina es una excepción. Es un medicamento esencial y los recientes aumentos de precios no estaban justificados.

Pero, ¿qué opina Kamala sobre la propuesta de dar a quienes compren su primera vivienda 25.000 dólares como pago inicial? Tanto los votantes como los economistas dicen que no.

Los economistas sostienen que esto solo aumentaría la demanda sin solucionar el problema de la baja oferta. Ayudaría a un pequeño grupo y encarecería las viviendas para el resto.

Dónde ven valor los economistas

Algunas de las ideas de Kamala cuentan con el apoyo de los economistas. ¿Un crédito fiscal de 6.000 dólares para familias con recién nacidos? A los economistas les gusta.

¿Revertir los recortes de impuestos corporativos de Trump y aumentar la tasa impositiva corporativa del 21% al 28%? Los economistas dicen que tiene sentido. Algunos impuestos pueden ser demasiado altos, pero en promedio son demasiado bajos.

Resulta irónico que tanto Trump como Kamala hayan estudiado economía en la universidad. Trump se graduó en la Universidad de Pensilvania en 1968 y Kamala en la Universidad Howard en 1986.

Pero en realidad no es ninguna sorpresa. Los políticos proponen lo que le gusta al público, incluso si se trata de una mala situación económica. Las soluciones simplistas de Trump empujan a Kamala y a otros a hacer lo mismo.

El verdadero problema es la creciente desconfianza en los economistas. El público ya no les cree. El público estadounidense está descontento con algunas cosas, y a los políticos les resulta fácil sacar provecho de eso.

Una nación confusa

Los datos de las encuestas nos muestran que el público está confundido. NBC News sitúa a Kamala a la cabeza de Trump por 5 puntos porcentuales, lo que significa que los votantes están empezando a confiar más en ella en cuestiones económicas.

Pero una encuesta de Redfield & Wilton Strategies muestra una carrera reñida.

En los estados clave, el 44% favorece a Trump por gestionar la economía, mientras que el 41% se inclina por Kamala.

Una encuesta de la Reserva Federal de CNBC encontró que el 56% de los economistas y gestores de inversiones creen que Trump sería mejor para el mercado de valores.

Pero están divididos sobre quién sería mejor para la economía en general. Aquí, el 44% respalda a Trump y el 41% apoya a Kamala.

Sin embargo, para los intereses nacionales a largo plazo, el 52% piensa que Kamala sería mejor, en comparación con el 37% que opina que Trump.

En cualquier caso, por ahora, los votantes parecen estar tomando decisiones basadas en sentimientos, no en hechos, y esa es una situación peligrosa para cualquier país, y más aún para el más poderoso del planeta.