Bitcoin, la criptomoneda pionera, sigue consolidándose como una de las principales alternativas financieras y tecnológicas en el 2025. Desde su creación en 2009, ha evolucionado de ser una idea revolucionaria a un activo globalmente reconocido, apreciado tanto como reserva de valor (el “oro digital”) como por su sistema descentralizado que opera sin la necesidad de intermediarios.

En este año, Bitcoin enfrenta un entorno diverso: regulaciones más claras en muchos países han fomentado su adopción institucional, mientras que los avances tecnológicos, como la Lightning Network, han mejorado su escalabilidad y su uso para pagos diarios. Sin embargo, también persisten desafíos, como la volatilidad de su precio y los debates en torno a su impacto ambiental debido al consumo energético de la minería.

El halving más reciente, ocurrido en 2024, ha reducido nuevamente la recompensa por bloque, aumentando su escasez y manteniendo su atractivo como activo deflacionario. En resumen, Bitcoin sigue siendo una pieza clave en el panorama de las finanzas digitales, adaptándose y ganando relevancia en un mundo cada vez más orientado hacia la descentralización.

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