Era el último día del año, y las criptomonedas estaban en el centro de todas las conversaciones. Había estado monitoreando el gráfico de $TROY/USDT durante días. Su volumen se disparaba, el precio parecía imparable, y el RSI mostraba señales de sobrecompra, pero decidí ignorarlo. Pensé que esta vez era diferente. El FOMO (miedo a perderse la oportunidad) me ganó.
Había empezado con $2,000 en mi cuenta unos años atrás, y tras varias operaciones exitosas, había acumulado $10,000. Esa cantidad era mi orgullo, mi logro después de incontables horas de estudio, trasnochadas y análisis. Pero en lugar de proteger mi capital, decidí arriesgarlo todo en una sola jugada.
La entrada: “Esto es solo el comienzo”
Vi a TROY dispararse por encima de los $0.008000. Sabía que estaba comprando en la cima, pero me convencí de que el precio rompería la resistencia y se dispararía aún más. Analicé brevemente el gráfico y pensé: “El volumen está subiendo, los grandes inversionistas están entrando. Si llego tarde, me perderé la explosión”.
Confiado, compré todo mi capital en $0.008000. No establecí un stop loss, porque, en mi cabeza, “no había forma de que el precio cayera”. Era una apuesta segura, o eso pensé.
La caída: “Es solo un retroceso”
Apenas un par de horas después, el precio comenzó a caer. Primero, bajó a $0.007500. Me dije a mí mismo: “Es normal, es un retroceso antes de continuar al alza”. Pero la caída no se detuvo. $0.007000, luego $0.006500. Sentía un nudo en el estómago, pero me aferraba a la esperanza de que rebotaría.
Cuando llegó a $0.005000, mi cuenta ya había perdido casi $4,000, y por primera vez, sentí miedo real. “¿Y si esto no se recupera?”, pensé. Pero aún así, me negué a vender. El orgullo me impedía aceptar la pérdida.
El golpe final: “Ahora estoy atrapado”
De repente, el soporte en $0.005000 se rompió. Fue como ver un castillo de arena desmoronarse con las olas. En cuestión de minutos, el precio se desplomó hasta $0.003492. Mi cuenta pasó de $10,000 a apenas $4,000. Me quedé paralizado, sin saber qué hacer.
Me negué a vender. Pensé: “Si vendo ahora, habré perdido para siempre. Mejor mantengo la posición y espero”. Pero esa decisión me dejó atrapado con una pérdida flotante de $6,000, viendo cómo mi capital disminuía día tras día, mientras el precio seguía oscilando sin fuerza.
Lecciones aprendidas: “El precio de la arrogancia”
Mantengo mi posición con la esperanza de que algún día TROY recupere su valor. Pero sé que esta pérdida me dejó una lección invaluable:
1. Nunca subestimar el mercado. No importa cuánto creas saber, el mercado puede destruir tu confianza en segundos.
2. Siempre usar un stop loss. Proteger el capital es más importante que cualquier oportunidad.
3. No arriesgar todo en una sola jugada. La diversificación y una gestión de riesgo sólida son fundamentales para sobrevivir en el trading.
TROY me enseñó que no importa cuánto ganes, si no aprendes a manejar tus emociones, el mercado te arrebatará todo. Por ahora, sigo esperando una recuperación… pero también me preparo para aceptar que ese dinero tal vez nunca vuelva.